Luis Longás, director de la revista el Mensajero de san Antonio

Luis Longás, director de la revista el Mensajero de san Antonio

El capuchino Luis Longás dirige "El Mensajero de San Antonio" desde 1998.
Nació en la muy noble villa de Ejea de los Caballeros (Zaragoza) el año 1935. Fueron  sus padres Félix y Miguela. Siempre ha dado gracias a Dios por esos padres que le trajeron a este mundo y le educaron en la fe cristiana. A los cuatro años de edad, sufrió la muerte de su padre y de un hermano mayor, así que quedó solo con su madre, la cual se encargó de darle todo su amor y proporcionarle una buena formación humana y cristiana, primero en el colegio de las Hermanas Mercedarias de la Caridad y luego, en el de los Hermanos Capuchinos de esta villa. 

El contacto con los capuchinos fue muy intenso desde los ocho años, no solo por pertenecer a su colegio, sino por ser uno de los monaguillos de su iglesia dedicada a San Antonio, y todos los días tenía que ayudar a los sacerdotes en varias misas. 
Cuando iba a cumplir 12 años, uno de los capuchinos, le animó a ingresar en el seminario de los capuchinos en Alsasua (Navarra). Luis dice; "Así, contando con la generosidad de su madre, me despedió del pueblo el 18 de agosto de 1947 y comence mis estudios con la ilusión de llegar a ser capuchino y sacerdote en dicha Orden. Fue una carrera larga, cinco años en Alsasua y tres en Zaragoza, hasta que por la gracia de Dios, pude realizar el año de noviciado en el convento de Sangüesa, emitiendo mis votos y  profesión el 15 de agosto de 1956. Fue un día inolvidable y gozoso porque cada día me atraía más la vida pobre y sencilla de los capuchinos, fieles seguidores de la espiritualidad de San Francisco de Asís". Y añade, "Tras cuatro años de estudio teológico en Pamplona, conseguí el gran sueño de mi vida, ser ordenado sacerdote  en la iglesia de los capuchinos de San Antonio de esa ciudad,  el 2 de abril de 1960. ¿Más estudios? No he tenido después una carrera especial como otros, sino una gran vocación pastoral y apostólica, ya que he pasado casi toda mi vida trabajando en las parroquias de los capuchinos de Logroño, Zaragoza y Tudela".

-Luis, ¿Cuándo comienzas con la revista el Mensajero de San Antonio y cómo?

Reconozco que desde mi juventud me sentía muy atraído a cultivar la literatura. Leía muchas obras de autores clásicos y modernos, lo mismo que poetas de nuestro tiempo. Escribía poesías y narraciones que a veces se publicaban en las revistas propias del seminario capuchino. 

¿Cómo se produce mi entrada en esta revista? Fue algo inesperado. Sucedió que en noviembre de 1985 falleció el director de El Mensajero de san Antonio, el capuchino Martín Sáez de Vicuña que durante 24 años ejerció con mucha dedicación su oficio. Tras su muerte, el Superior Provincial mandó que se hiciera cargo de la revista el padre Gonzalo Olaortúa, que se estrenó en febrero de 1986. Como suele ser normal ante estos cambios, también el nuevo director buscó un mayor número de colaboradores, y entre ellos estaba yo. Por tanto, en esta fecha de febrero de 1986, comencé a publicar una serie de artículos mensuales bajo el tema “San Francisco hoy”, y luego vinieron otros, como “El santo del mes” que todavía se mantiene. Desde entonces, no he dejado de publicar todos los meses hasta que me llegó el nombramiento de Director, que fue en noviembre de 1998, y esto me obligó a que fuera mayor mi implicación con esta revista.    

-¿Qué objetivos te planteaste al asumir la dirección de la revista?

Yo volví la mirada al inicio de la revista del año 1930, en que  el Padre Víctor de Legarda, su  director durante muchos años,  tuvo el acierto de presentarla con un acopio de historietas, anécdotas y refranes que la hacían muy amena. Su lema era “enseñar deleitando”. Este es un buen objetivo y difícil de conseguir, porque la revista no depende exclusivamente del Director, sino de todo el conjunto de colaboradores. La gente del pueblo en sus comienzos, no buscaba en esta revista artículos profundos y largos que a veces aburren, sino mensajes evangélicos y humanos, algunos cuentos, poesías religiosas, anécdotas, etc...
Por eso, me esforcé en seguir este lema de “enseñar deleitando” en sus dos partes: Primero enseñar, y por  ser una revista religiosa, mediante artículos cortos de biblia, liturgia del mes, Franciscanismo, mensajes del Magisterio de la Iglesia…y desarrollo de valores humanos como temas de salud, psicología y solidaridad. Y en segundo lugar, “deleitando”.  De ahí la importancia que le he dado a conservar algunas páginas con ese tono de hacer sonreír,  como los cuentos de las “Cosicas de Crispín”, los chistes, refranes... Y esto no es superficialidad como pueden pensar ciertos intelectuales. Es algo que gusta a la gente sencilla. 

¿Otro objetivo? Que la revista fuera un medio de evangelizar. También tomé como lema personal el del famoso escritor José Luis Martín Descalzo que decía: “Yo no escribo para quedar bien, sino para hacer el bien”. Me siento muy feliz cuando alguien me dice que un artículo le hace “mucho bien”. Siempre he estado muy convencido de la importancia inmensa que tienen los medios de comunicación social para hacer el bien o el mal. Cualquier sacerdote, con una buena homilía, puede llegar y entusiasmar a 400 personas, pero es que a través de un buen artículo en El Mensajero de san Antonio hoy se llega todavía a más de 50.000 familias. Hoy por ejemplo, la misa diaria de la Televisión logra animar la fe y la esperanza  a una multitud inmensa de ancianos y enfermos. Por eso, tanto sacerdotes como cristianos, todos  tendríamos que apoyar y divulgar mucho más estos medios poderosos como las  revistas religiosas,  para trasmitir el evangelio de Jesús.  

Finalmente, también me propuse mejorar la presentación de la revista. Se editaba con un papel muy pobre. En pocos años conseguí que se publicara con un papel satinado y cambiar los dibujos por fotos a todo color. Es cierto que me llevaba mucho tiempo el buscar fotos bonitas y apropiadas a cada artículo, pero el arte religioso ofrece muchas posibilidades. Se dice que “una imagen vale por mil palabras”. Y eso es una gran verdad. Una revista bien presentada tiene mucha fuerza de atracción.

¿Cuáles han sido las principales dificultades a lo largo de estos años?

La primera dificultad siempre ha sido cómo aprender el arte de escribir, porque no es lo más importante qué es lo que se dice sino cómo se dice. Aprendí mucho de un Cursillo que realicé en la universidad de Salamanca dirigido para responsables de publicaciones religiosas. Y de otro curso a distancia sobre “Redacción y arte de escribir” de CCC. Este pequeño esfuerzo me ayudó  para  cumplir mejor mi oficio de director. No es que lo haya conseguido, pero veo que no basta la buena voluntad o el que uno tenga carreras o sea  experto en una materia intelectual. En los colegios nos enseñaron a escribir con ortografía, pero no a redactar con claridad, orden, elegancia literaria, con un estilo periodístico… Esto lo recomiendo a todos los que se van a dedicar a publicaciones.

Otra dificultad ha sido la falta de un subdirector de la revista con el cual se puede consultar o te puede suplir en motivos de enfermedades. Al principio estuvo nombrado y figuraba, pero los últimos años me dejaron solo. Lo considero como un cargo importante. ¿Qué periódico o revista de mucha tirada no tiene un subdirector? 

También he echado en falta reuniones de los diversos directores de las revistas de la Provincia Capuchina de España para evaluar, mejorar y ayudarnos mutuamente en esta tarea. Esto indica la poca importancia que se le ha dado durante muchos años a las revistas como medio de apostolado. Espero que en estos tiempos de “unificación de revistas” se funcione contando con un buen equipo y no se deje todo en manos de una sola persona. Sabemos que hay escasez de religiosos, pero se puede contar con seglares periodistas y bien preparados que lo pueden hacer muy bien. 

¿Otra dificultad? La llamo la falta de propaganda. Si el Mensajero de San Antonio llegó a tener cerca de los cien mil suscriptores hace 40 años, no fue sólo porque había mucha religiosidad en España y devoción a san Antonio, sino porque durante años hubo varios hermanos capuchinos que iban casa por casa, en la ciudad y los pueblos, dando a conocer y ofreciendo la revista y haciendo miles de suscripciones. Con los tiempos modernos todo eso ha desaparecido y a mí me ha preocupado. Buscando una solución, lo único que he hecho han sido tres cosas: Dedicar una página entera de la revista a propaganda; crear una página web: www.elmensajerodesanantonio.es y abrir una cuenta en Facebook: www.facebook.com/mensajero.desanantonio

En la página Web cuelgo cada mes un resumen de las publicaciones de la  revista, y en Facebook escribo cada semana una breve reflexión evangélica. 
Observo que internet lo usan muchos suscriptores o sus hijos, para comunicarnos altas, bajas, cambios de dirección, avisos de donativos o difuntos. Esto es una gran comodidad. Pero de cara al futuro, habría que gastar dinero y dedicar medios expresamente para propaganda de nuestra revista, o emplear con más eficacia estos medios de internet, lo mismo que lo hace cualquier empresa social.
  
Cuéntanos… ¿Cómo es el perfil de los suscriptores de la revista?

Es difícil dar una respuesta exacta pero da la impresión de ser personas creyentes y devotas de san Antonio; con un predominio de edad avanzada, ya que la mayoría de las bajas a la revista vienen motivadas por la defunción; y se sabe con certeza que un poco más de la mitad de los suscriptores son aragoneses. El último censo que publicamos el pasado año, 1 de septiembre de 2015 era este: - Número de suscriptores: 54.000. La mayoría están en España. Aunque la revista se ha extendido por toda la geografía nacional, el mayor número de suscriptores está en Aragón con 29.120. 

¿Y cómo es el perfil de los corresponsales? ¿Qué destacarías de ellos?

Un dato importante para la buena marcha y difusión de la revista son los 1.670 corresponsales, presentes en ciudades y pueblos. Son personas voluntarias que se encargan de hacer llegar la revista a miles de hogares, cobrar los recibos, vender el popular Calendario de San Antonio, comunicar altas y bajas, etc. La Administración de la revista siempre valora y agradece este servicio.  

¿Qué otras personas valoras en esta revista? 

Desde mi experiencia como Director, además de estos corresponsales, siempre valoro y agradezco a los “colaboradores”. Son ocho personas que todos los meses están disponibles a publicar el artículo con ilusión; personas profesionales con títulos de doctores, licenciados o expertos en su materia que logran adaptarse al público para ofrecernos su reflexión o darnos sabios consejos. La mayoría de la revista la hacen ellos, a los cuales se suman otros.

Y también valoro mucho a los responsables de la Administración de la revista. Son un capuchino y dos seglares los que se encargan de ello, no solo para llevar bien las cuentas, sino para escuchar y atender con interés las numerosas llamadas de los suscriptores. Cuando una revista como el Mensajero tiene todavía muchas suscripciones, también hay que pensar en que las llamadas a lo largo del día se multiplican. La administración de la revista funciona muy bien y por eso se mantiene en un precio muy económico como son 12 euros al año, lo cual también ayuda a que los suscriptores se mantengan y no se den de baja por falta de dinero.

¿Qué más valoro? Finalmente valoro el espíritu solidario de la revista y de los suscriptores. Siempre ha existido el interés de enviar gratis la revista a diversos Centros Sociales como cárceles, residencias de mayores y hospitales. Son 695 revistas las que se envían todos los meses. Pero a este detalle, hay que añadir los numerosos donativos para el pan y comedor de san Antonio que llegan de los suscriptores y mediante esta generosa ayuda se da de comer gratis a 80 necesitados todos los días, y se mantiene el Centro Social de San Antonio con múltiples servicios a los más desfavorecidos de la sociedad.

¿Por qué hay que leer el Mensajero de San Antonio?

Los motivos pueden ser muy diversos. Según observo en algunas comunicaciones, hay quienes lo leen por fidelidad a la tradición familiar, y recuerdan con qué alegría lo recibía la madre y comentaba en su casa. Otros lo mantienen por devoción a San Antonio, y también hay quienes dicen que les resulta agradable su contenido y al mismo tiempo, es una forma de colaborar a las obras sociales de san Antonio.

Yo animo a todos a suscribirse y leerlo por ser una revista de formación humana y cristiana, un medio más para alimentar nuestra fe y vivirla mejor en tiempos difíciles y de increencia. 

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