Hoy es San Lorenzo de Brindis

Resumir la vida de este fraile andariego es tarea muy difícil. Viajó durante toda su vida y hasta después de morir le hicieron viajar, trasladándolo desde Lisboa, donde murió, hasta Villafranca del Bierzo (León), donde le enterraron.

San Lorenzo de Brindis

Nació en Brindis, sur de Italia, en 1559 y, huérfano de padre, primero, y de madre, después, adolescente aun viajó a Venecia a casa de un tío sacerdote donde continuó la formación iniciada en Brindis con los franciscanos conventuales. En Venecia conoció a los capuchinos ingresando en el noviciado en 1575, recibiendo el nombre de fray Lorenzo. Después de profesar, en 1576, comenzó los estudios de filosofía y teología, destacando por su agudeza intelectual y su insaciable sed de saber y dando una importancia especial al estudio de la Sagrada Escritura. En 1582 recibe la ordenación sacerdotal comenzando una vida en la que se multiplicaron las actividades.

De los rasgos de su vida, destacamos, en primer lugar, su vida de fraile menor capuchino. Es la faceta que marcó su existencia y en la que desarrolló sus mejores cualidades. Sus hermanos le confiaron la tarea de animar la fraternidad eligiéndolo guardián, maestro de novicios, consejero provincial y general, ministro provincial y ministro general. A él se debe la implantación de la Orden en Europa Central. Para visitar y animar a los hermanos recorrió toda Europa. A sus desvelos se debe también la primera fundación de los capuchinos en Madrid.

La segunda dimensión que hemos de señalar es su actividad como predicador. Dotado para esta tarea de un conjunto de cualidades físicas, intelectuales y espirituales, se convirtió en verdadero y fecundo orador. Comenzó en Italia, pero su predicación alcanzó a toda Europa. Se dirigió a todo tipo de personas, animándoles a la coherencia de su vida con la fe profesada. Su predicación estaba sólidamente basada en la Escritura, proclamada con lucidez de pensamiento y riqueza expresiva. El papa Benedicto XVI recalca este carácter de su predicación: “También hoy la nueva evangelización necesita apóstoles bien preparados, celosos y valientes, para que la luz y la belleza del Evangelio prevalezcan sobre las orientaciones culturales del relativismo ético y de la indiferencia religiosa, y transformen los distintos modos de pensar y de actuar en un auténtico humanismo cristiano”.

El tercer rasgo que hemos de destacar en su vida es su trabajo en favor de la paz. Los papas y los príncipes católicos le confiaron importantes misiones diplomáticas para dirimir controversias y fomentar la concordia entre los estados europeos. Su último viaje tendría que ver con esta tarea: en 1619 viaja a España para entrevistarse con el rey Felipe III a fin de defender a los napolitanos matratados por el virrey Duque de Osuna; al no encontrarle en Madrid, viaja a Lisboa donde muere. Y comenta de nuevo Benedicto XVI: “Hoy, como en los tiempos de san Lorenzo, el mundo tiene necesidad de paz, tiene necesidad de hombres y mujeres pacíficos y pacificadores. Todos los que creen en Dios deben ser siempre fuertes y artífices de paz”.

Y junto a las anteriores notas hemos de recordar su faceta de teólogo y escritor. Resulta difícil de comprender cómo pudo compaginar sus actividades para conseguir escribir numerosas obras: para la predicación, exegéticas, de controversia religiosa, de carácter personal y autobiográfico. En 1959 el papa Juan XXIII le dio el título de “Doctor Apostólico”.

Todo lo anterior está envuelto en su vida espiritual cultivada desde la oración, la eucaristía, la devoción a María y la contemplación de la cruz. Basta recordar sus palabras: “¡Oh, si tuviésemos en cuenta que Dios está verdaderamente presente en nosotros cuando le hablamos orando; que escucha de verdad nuestra oración, aunque nosotros sólo recemos con el corazón y con la mente; y que no sólo está presente y nos escucha; más aún, puede y desea contestar de buen grado y con el máximo placer a nuestras preguntas”    

Jesús González Castañón

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