Carta al papa Francisco

Dios está donde el labrador cava la tierra dura, donde el picapedrero pica la piedra; está con Ellos en el sol y en la lluvia lleno de polvo el vestido.
Quítate ese manto sagrado y baja con tu Dios al terruño polvoriento
” (Rabindranath Tagore)

Carta al papa Francisco

Nuestro hermano Francisco en Cristo Jesús:

No entiendo de protocolo por lo cual te pido perdón por mi atrevimiento, pero, sí conozco el amor que en tan poco tiempo he aprendido a profesarte.
Tú has venido a nuestra orilla. Te has adentrado en nuestro caminar doloroso, en el desierto de nuestro éxodo que asfixia y araña, has llegado para calmar nuestra sed con el agua de tu dolor compartido con nosotros y has asumido con amor y valentía el doloroso encargo  de Jesús.
El Reino te necesita y como otro Francisco de Asís tienes mucho que trabajar y reparar, y, obediente como él, ya has empezado tu ingente tarea.  

Nosotros ya presentimos tus desvelos  y cercanía y esto es un incentivo en nuestro caminar, pero también sufrimos contigo los problemas que te acompañan. Nos  preocupa mucho tu vida, pero nos sirve de consuelo saber  que nuestras oraciones llegan al Cielo porque las acompaña el amor y tú ya sabes la eficacia de la oración. Acuérdate de los brazos en alto de Moisés.

También nos consuela y nos empuja en nuestro nuevo caminar contigo, saber que eres la nueva luz y la fuerza del Espíritu que Jesús nos ha enviado para devolvernos la ilusión del cambio. Una nueva energía en la marcha que nos enseñará a descubrir las huellas de los pies del Resucitado en nuestra arena, ellas nos irán recordando la fraternidad.  Que no pueden quedar hermanos abandonados en el camino, que tenemos que responder unos de otros, que para eso murió  Él y para eso te ha enviado a ti como un nuevo Pentecostés, para que estés con nosotros, con el Pueblo de Dios que Él tanto ama y protege, especialmente a los más pobres y a los más enfermos.

Francisco, el Pueblo de Dios en su travesía, tiene sed de amor y de justicia y creo que, como un nuevo Moisés, has sido enviado para que golpees la roca sin vacilaciones y creo que ya nos está salpicando el agua, preparándonos para la siembra que tú has comenzado con tus novedosas palabras que llenan los corazones de esperanza.
Y contigo a la cabeza, cantaremos el jubiloso salmo 126.3. “El Señor ha hecho cosas grandes con nosotros y estamos alegres”...

Y se nos llena “la boca de risas y la lengua de cantares” porque creemos que eres la mano amiga, extendida en un diálogo de fe y esperanza para todos sin exclusiones. Tú nos contagias ilusión para que celebremos el  amanecer del “Nuevo Día” con los proyectos que el Espíritu de Jesús nos vaya mostrando, sin miedo a mancharnos el vestido de polvo y de sangre si fuera preciso, porque contigo sentimos la mano de Jesús sobre nuestro hombro dándonos ánimos  y capacidad de acoger, sanar y liberar con la Buena Noticia que Él nos regala  con su toque de ternura.

Amado Papa bueno, la Iglesia que con tanto amor y dolor fundó Jesús, está expectante, con sus puertas abiertas al viento del Espíritu para que refresque y consuele a todos los pobres de Jesús. A tus pobres, a los que tú tanto amas, porque has sido tocado por Dios con el carisma de Francisco de Asís y has entendido, que en el descentramiento del propio yo está la verdadera plenitud.  Por eso tu respuesta ha sido tu “Fíat” sin condiciones. Te has unido a nuestras multitudes, te has implicado en nuestros caminos polvorientos con tus viejas  sandalias y la túnica manchada del trabajo y la sangre de tu Señor y de todos y te has  puesto a la cabeza de tu Pueblo, para ser el lubricante que ponga en movimiento la inmensa maquinaria, con el fuego y el viento  del Nuevo Pentecostés que el Resucitado nos anuncia.              
Cuenta con nuestro amor, nuestro eterno agradecimiento y el regalo más valioso, nuestras oraciones.
Y nosotros con todo tu pueblo necesitamos que nos bendigas y nos abraces como haces con los niños, derramando ternura.

Tu hermana franciscana.   O.F.S.  Mª Dolores Galera Ruiz.
                    

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