Capuchinos. Familia y Ecología...

La creación es explotada, maltratada y ultrajada todos los días. Muchas veces nos lamentamos al ver los destrozos que se producen en la naturaleza, el abuso que se traduce en el maltrato que reciben los animales, el desperdicio del agua, o la suciedad que se amontona en nuestras calles y en nuestros jardines. 
Todos quisiéramos ver otra cosa. Con razón nos dice el papa Francisco en su encíclica Laudato si, sobre la casa común, que “la conciencia de la gravedad de la crisis cultural y ecológica necesita traducirse en nuevos hábitos” (LS 209). Hace falta una mayor educación ecológica, es decir una educación ambiental.  
No basta con prohibir las pintadas en los muros de las ciudades. Hay que promover un equilibrio integral: “el interno con uno mismo, el solidario con los demás, el natural con todos los seres vivos, el espiritual con Dios. La educación ambiental debería disponernos a dar ese salto hacia el Misterio, desde donde una ética ecológica adquiere su sentido más hondo”. 

Capuchinos. Familia y Ecología...

Es verdad que ya hay “educadores capaces de replantear los itinerarios pedagógicos de una ética ecológica, de manera que ayuden efectivamente a crecer en la solidaridad, la responsabilidad y el cuidado basado en la compasión” (LS 210). No bastan las leyes. Hay que contribuir a crear esos hábitos y algunas virtudes que hagan “posible la donación de sí en un compromiso ecológico” (LS 211). 

¿Quién debe educar a la próximas generaciones? Según el Papa, “los ámbitos educativos son diversos: la escuela, la familia, los medios de comunicación, la catequesis, etc.” (LS 213).  Nos importa subrayar el papel de la familia en la transmisión de ese respeto a la casa común. He aquí un elenco de siete puntos fundamentales:

• En la familia se enseña a los niños a cultivar “los primeros hábitos de amor y cuidado de la vida”.
• En la familia se aprende “el uso correcto de las cosas, el orden y la limpieza, el respeto al ecosistema local y la protección de todos los seres creados”. 
• “La familia es el lugar de la formación integral, donde se desenvuelven los distintos aspectos de la maduración personal, tan íntimamente relacionados entre sí”. 
• En la familia se aprende cada día a pedir permiso sin avasallar a los demás.
• En la familia se aprende también a “decir «gracias» como expresión de una sentida valoración de las cosas que recibimos”. 
• En la familia se aprende lentamente a dominar la agresividad o la voracidad que nos lleva a desearlo todo. 
• En la familia se aprende finalmente a pedir perdón cuando hacemos algún daño u ofendemos a los demás. 


Pues bien, según el papa Francisco, “estos pequeños gestos de sincera cortesía ayudan a construir una cultura de la vida compartida y del respeto a lo que nos rodea” (LS 213).

El respeto a la naturaleza, comienza en el hogar y se va manifestando en gestos tan sencillos como estos. Por ellos podemos demotrar hasta qué punto valoramos y agradecemos el don de la creación.

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