Año de la Vida Consagrada

El año pasado en el mes de febrero nos hicimos eco de un acontecimiento eclesial: el Año de la Vida Consagrada. En la Carta Apostólica con ocasión de este Año, que comenzó el 30 de noviembre de 2014 y ha terminado el 2 de febrero de 2016, el Papa Francisco señalaba  tres grandes objetivos:

Año de la Vida Consagrada

1 Mirar al pasado con gratitud.
Nos invitaba a “hacer memoria” agradecida de los orígenes de nuestras congregaciones religiosas. La finalidad no era “hacer arqueología o cultivar inútiles nostalgias, sino recorrer el camino de las generaciones pasadas para redescubrir en Él la chispa inspiradora, los ideales, los proyectos, los valores que las han impulsado”.

2 Vivir el presente con pasión.
El Papa nos animaba a poner la mirada en Cristo, para preguntarnos si el Evangelio es realmente nuestra norma y forma de vida. Expresaba el deseo de que vivamos la misma compasión que Jesús al ver la multitud como ovejas sin pastor. Quería que nos preguntemos si las obras y apostolados que tenemos actualmente responden a la misión de nuestra comunidad. Además, nos invitaba a los consagrados a ser expertos en comunión y vivir la mística del encuentro.

3 Abrazar el futuro con esperanza.
En medio de las dificultades, el Papa nos pedía que no tengamos miedo y que no pongamos nuestra esperanza “en los números o en las obras”, sino en Jesús y en la acción del Espíritu Santo que continúa haciendo grandes obras a través de la vida consagrada.

Estos tres objetivos volvían a recordar aquellos que el papa Juan Pablo II había propuesto para toda la Iglesia al comienzo del Tercer Milenio. Entonces, en distintos ambientes y reflexiones entre los religiosos y religiosas repetimos mucho aquella frase tomada de la Exhortación apostólica Vita Consecrata: «Vosotros no solamente tenéis una historia gloriosa para recordar y contar, sino una gran historia que construir. Poned los ojos en el futuro, hacia el que el Espíritu os impulsa para seguir haciendo con vosotros grandes cosas» (n. 110)”.

Un año pasa rápido y seguramente que en estos objetivos, como en otros nos hemos quedado “a medias”. Aun así, los documentos, reflexiones, propuestas e intuiciones sobre los que hemos trabajado nos han servido para dar gracias a Dios, para rezar por la vida consagrada, para apreciarla más, para crecer en comunión y para tratar de renovar la misión que llevamos entre manos.

Benjamín Echeverría
Ministro Provincial de Capuchinos de España

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