La Voz del Novio. Pascua para una Fe Cálida

Raramente se pregunta el creyente por la “temperatura” de su fe. Se reza, se celebra, se vive, se compromete y se va adelante. Pero valorar la temperatura de lo que se vive, poner el “termómetro” a lo que se cree puede ser interesante. Puede ser un indicador.

La Voz del Novio. Pascua para una Fe Cálida



Nadie duda que en esta época de la Iglesia, bajo el paraguas del Vat. II que, mal que bien, sigue vivo, la vivencia de la fe cristiana ha adquirido un nivel de mejoría que, globalmente hablando, no ha tenido en toda la historia de la fe. Pero si nos preguntamos por la temperatura de la vivencia cristiana, quizá haya que reconocer que, en ocasiones, no es cálida.

Una fe fría, rígida, normativa, añorante del pasado es la que se percibe en ciertos sectores de la comunidad cristiana. No se plantean la calidez de la fe, sino su cumplimiento. No les interesa el “ardor” de la Palabra, sino la exactitud de las rúbricas. No se preguntan por una teología y una espiritualidad abrazante, sino por la “sana doctrina”.

¿Cómo escapar de tal influencia? ¿Cómo construir y vivir una fe cálida? ¿Puede ser la Pascua un tiempo bueno para activar la vivencia de una fe de mayor calidez? ¿No es la Pascua el tiempo en que se activa la vivencia de la resurrección y esta no se puede entender como una realidad fría? ¿No percibimos esta calidez en los relatos de resurrección más allá de sus peculiaridades e interrogantes no resueltos?

La reflexión y el retiro pretenden animar, empujar al encandilamiento del resucitado, al brillo en los ojos de quien entiende que aquí se está hablando de amor. ¿Puede el amor ser una realidad fría?

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