Rechazo a los pobres

En este tiempo de verano muchas personas de otros lugares del mundo han elegido nuestro país como lugar en el que disfrutar de sus vacaciones. Los medios de comunicación constantemente nos presentan los datos estadísticos y económicos que afirman la importancia que tiene el turismo extranjero en nuestro país. De hecho, estos últimos años el turismo es la principal fuente de ingresos. Que venga tanto extranjero es una buena noticia. Estos no son vistos como una amenaza, sino todo lo contrario. Es más, se hace todo lo posible para que sean bien acogidos y puedan disfrutar de nuestras playas, gastronomía, casas rurales, cultura, historia, etc. Tratamos de que se encuentren a gusto entre nosotros, que animen a otros a disfrutar de nuestro país, y que vuelvan cuanto antes.

Rechazo a los pobres

En esta situación ninguno tenemos miedo o nos sentimos amenazados por ellos. No despiertan en nosotros sentimientos o actitudes de xenofabia (xenos, extranjero) y fobos (miedo o aversión), por mucho que sea esta, “xenofobia”, otra de las palabras que está constantemente en los medios de comunicación y en la calle. 

Pero, desgraciadamente, no es tan elemental y tan cordial la acogida al extranjero entre nosotros. Los medios de comunicación nos hablan también de otras muchas personas que dejan sus tierras y su vida en los lugares de origen para comenzar algo nuevo. Son personas que vienen del otro lado del Mediterráneo y se han jugado la vida para llegar a las costas de Europa con el sueño del paraíso esperado. Al llegar se encuentran con nuestras puertas cerradas, alambradas y muros que impiden su acceso. No son turistas, sino otro tipo de extranjeros. Estos no vienen a dejar dinero. Se trata de refugiados políticos y de inmigrantes pobres. 

Los sentimientos y actitudes que despiertan todas estas personas no son de acogida o de amistad. Tampoco son de xenofobia. No son rechazados porque vengan de fuera. Son rechazados porque son pobres: eso es lo que molesta. Pensamos que, en vez de traer recursos, nos traen problemas. Decimos que con ellos se resiente la sanidad pública, que quitan el trabajo a los nuestros, que son terroristas y todo ello afectas al bienestar que hemos conseguido en nuestra sociedad. 

Así, entre nosotros se va divulgando un nuevo concepto, una nueva palabra, que nos ayuda poner nombre a esto: la aporobofia. Nos habla del rechazo, aversión, temor y desprecio hacia el pobre y desamparado. (Aporos, pobre y fobos, miedo) Esto no es un “atentado” diario contra la “dignidad humana”, que es algo abstracto, sino contra la dignidad y bienestar de personas concretas. La forma de combatirla será desde la educación, el respeto y la compasión. Desde nuestra capacidad de percibir el sufrimiento de la gente y comprometernos a evitarlo. 

Benjamín Echeverría
Ministro Provincial de Capuchinos de España

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