Ser Puentes...

Tenemos la labor de ser puentes y la suerte de poder trabajar aquí, para poder facilitar, dar herramientas, ayudar a expresar emociones, ayudar a encajar malas noticias, ver errores, aciertos, avances, retrocesos, etc... Estamos en un lugar privilegiado que nos permite observar la evolución de menores en situación de riesgo y exclusión social. Trabajamos con muchas variables y muchas veces regresamos a casa cargados de problemas, situaciones sin resolver, dando vueltas en busca de una salida, una solución, con la idea en la cabeza de ver crecer felices a esos niños y niñas con los que trabajamos cada día. Sin quererlo nos afectan todas esas cosas dañinas que les rodean, problemas y dificultades sociales, rechazo, complejidades familiares, etc...

Ser Puentes...

El exceso de empatía nos hace meternos de lleno en su mundo, un mundo que todavía está en construcción y en el que nosotros ocupamos un lugar privilegiado, formamos parte de ese puente que los sostiene y les intenta llevar a un futuro y a una vida mejor.

En nuestra labor como educadores, podemos destacar una infinidad de valores:

Respeto. Apreciamos a nuestros chicos y chicas como personas, comprendemos sus actitudes y trabajamos con ellos siempre a su lado.
Amistad. Es inevitable que surja este valor cuando el vínculo afectivo está tan presente y cercano. Inculcamos este valor en ellos porque creemos que la amistad, es un importante legado.
Sinceridad. Debemos medir nuestra intervención, pero somos sinceros y claros para evitar malentendidos y mentiras.
Independencia. Como los chicos y chicas o la mayoría de los que pasan por la residencia, se van al cumplir los 18 años, trabajamos por y para su independencia, fomentando la autonomía.
Generosidad. Nos mostramos generosos y deseamos copien nuestro ejemplo.
Fe. Tenemos mucha fe en nuestro trabajo, como esperanza en un futuro mejor, para su vida, dentro y fuera de este centro.
Alegría. Como un motor vital, ¡que mejor manera que enfocarlo todo desde un punto alegre! Así se consigue hacer las cosas con más ganas y motivación, lo mejor para sobrellevar los golpes y los malos momentos.

Solidaridad, apoyo, cooperación, empatía, generosidad, bondad, humildad, gratitud, tolerancia, unidad y muchos más valores nos acompañan cada día en nuestro trabajo, valores claves y vitales para un buen desarrollo del mismo. Nosotros como profesionales y como personas, ejercemos de ejemplo positivo y buscamos que nuestros niños y niñas se empapen de todo lo bueno que nos rodea.

Buscamos una relación con el otro cercana, cálida, empática y cargada de mucha afectividad, de esta manera nosotros nos abrimos mostrándonos como somos, personas vulnerables, deseando entrar en una vivencia que nos ayude a crecer a su lado como mejores personas y sintiéndonos orgullosos y muy beneficiados de esta relación. Es justicia social, que estos niños y niñas puedan tener una oportunidad, se merecen ser escuchados, atendidos, queridos y vivir una vida digna, tener la misma oportunidad que el resto de personas. 

El contacto directo y el día a día conviviendo con sus emociones, sus dificultades y al complejidad de su vida, nos afecta aunque no queramos.

La dependencia de otros organismos e instituciones que puedan aprobar o no nuestra labor o decisiones, nuestros errores o los suyos, hacen que pueda romper o tambalearse el puente que nos une.

Este trabajo, a pesar de lo duro que resulta en muchas ocasiones nos regala una gran recompensa, más valioso que algo material. El reconocimiento de la labor educativa por parte de algunas familias, el de los propios menores, hace reforzar los cimientos del puente que nos une. Vital y muy reconfortante nos hace ver que la labor desempeñada es tan importante como necesaria.

David Hermida
Subdirector Residencia Infantil San Francisco de Asís

 

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