Crónica Huaorani

Me siento llamado a realizar una breve introducción a esta presentación  del libro que representa tanto respecto a la vida de un hermano que fallecía hace ya 32 años en la selva de la Amazonía ecuatoriana, concretamente en el paraíso denominado “Parque Yanomani”. Pero ¿quién era el autor de este libro que a mí personalmente me emociona tanto?

Crónica Huaorani
Alejandro Labaka nació en el pueblecito de Beizama, en el corazón de Gipuzkoa, situado entre Azpeitia y Tolosa. Un pueblecito encantador, rodeado de montañas y al que resulta un tanto difícil llegar. La fecha de su nacimiento se cifra en el 19 de abril de 1920 y la de su final entre nosotros, en el 21 de julio de 1987. Es decir, que vivió 67 años.
 
Cuando ingresó a sus 13 años en el seminario de los Hermanos Capuchinos de Altsasu, tuvo que aprender un nuevo idioma, pues el suyo, el euskera, no tenía ninguna importancia en los estudios que él iba a desarrollar a partir de ese momento. 
 
Tras ser ordenado sacerdote, expresó al hermano Provincial su deseo de ir a tierras de misión y en aquel tiempo, esto suponía el hacerlo quizá sin retorno. No fue así, pues el gobierno de Mao Tse Tung se encargó de expulsarlo de este enorme país, a los seis años de su estancia en él. 
 
La enorme China siempre permanecería en su corazón y siempre albergó su deseo de volver a él. Excepto un viaje de turismo, en el que el gobierno chino no le permitió entrar en Kansu (la zona concreta en la que él vivió), no vería nunca realizado su deseo. Tras una breve estancia en España, pidió de nuevo ser enviado a un país de misión. Esta vez fue Ecuador, el país que desde ese momento iba a ser su país de referencia, tanto que el adoptó la nacionalidad ecuatoriana.
 
Alejandro conoció las tres zonas diferenciadas de Ecuador: costa, zona andina y Amazonía. Aquí es donde él entregó los últimos años de su vida.      
 
En la “Crónica Huaroní” va relatando Alejandro un diario que lo comienza a referir el 3 de agosto de 1976 y lo concluirá el 28 de abril de 1980. A lo largo de estos casi cuatro años, va relatando con minuciosidad todo lo relativo a sus vivencias, sentimientos y criterios de pastoral que va desarrollando tras su internamiento en la selva y su contacto con un pueblo minoritario, aislado, prácticamente desconocido para los habitantes de Ecuador. Pueblo que habita en la selva, el pueblo huaoraní.
 
Monseñor Alejandro decía que más que llevar la Biblia, el Evangelio,  “tenemos que desnudarnos de todo para descubrir con ellos las semillas del Verbo, al Cristo inédito que estaba con ellos, que era muy importante escucharles, respetarles y realmente amarles tal cual son”. Alejandro fue en Ecuador, un pionero en la protección de los grupos aislados en esta selva. Quizá esto lo llevaba en la sangre desde haber sido él miembro de un pueblo pequeño, apenas tenido en cuenta en los intereses de un estado como el español. Él había escrito una frase que habla muy bien de su personalidad: “No quiero que nadie se aventura por las garantías que yo pueda ofrecerle, sino porque ella misma se sienta llamada por Dios y por creer que vale la pena arriesgar por el Evangelio”.
 
En la entrega de su vida no estuvo él solo, le acompañaba una religiosa terciaria capuchina, que amaba tanto como Alejandro al pueblo huao. Ellos murieron alanceados por un grupo no contactado perteneciente al pueblo huaorani. Alejandro e Inés conocían su lengua, pues ya habían entrado en contacto con una porción de este pueblo. No solamente entrar en contacto, sino que Alejandro, en una ceremonia entrañable se había hecho hijo y hermano de una familia de huaos.  
 
Alejandro tuvo el coraje de desnudarse de su cultura, de desnudarse físicamente y encarnarse en ese pueblo. Él es un prototipo que nos cuestiona la vida y que nos dice cómo tiene que ser nuestro acercamiento a estos pueblos. 
 
El libro “Crónica Huaoraní” nos presenta una forma radicalmente nueva de compartir nuestra vida con pueblos diferentes al nuestro, pero en los que la presencia del Verbo, de Hijo de Dios, es real y es una aventura preciosa la que se nos abre desde aquí. Para acercarnos a esta realidad y desde ella, orientar la misión allí donde estemos, se nos ofrece la posibilidad de la lectura de la “Crónica”, que no es una novela o un libro a leer en cualquier momento. Nos pide una reflexión profunda y una apertura de corazón, sea cual sea nuestro punto de partida.
 
Joseba Bakaikoa
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