Madre Teresa de Calcuta

En este mes de septiembre, el día 5 la Iglesia recuerda y celebra a la Madre Teresa de Calcuta, Agnes Gonxha, Santa Teresa de Calcuta, la persona más admirada del siglo XX. Pocos santos “modernos”, canonizados en estos últimos años, han tenido tanta popularidad como la que alcanzó esta mujer libanesa en su vida.

Madre Teresa de Calcuta

Septiembre nos lleva a comenzar un nuevo curso, no solo escolar, sino también pastoral. El verano supone una ruptura en nuestro ritmo diario. Volvemos a esa normalidad en la que transcurren la mayoría de nuestros días.

En este mes de septiembre, el día 5 la Iglesia recuerda y celebra a la Madre Teresa de Calcuta, Agnes Gonxha, Santa Teresa de Calcuta, la persona más admirada del siglo XX. Pocos santos “modernos”, canonizados en estos últimos años, han tenido tanta popularidad como la que alcanzó esta mujer libanesa en su vida. Ella no solo ayudaba a las personas, sino que las dignificaba. Cuando la gente le preguntaba por qué quería tanto a los pobres y cómo podía honrar su dignidad en situaciones tan difíciles, como respuesta la Madre Teresa les solía coger la mano y lentamente, señalando con un dedo cada vez explicaba: A-mi-me-lo-hicisteis. Para ella, se podía contar el Evangelio con cinco dedos. Ella no ayudaba a la gente simplemente porque era lo correcto, sino que la ayudaba porque tenía bien grabado en su interior que servir a los demás era servir al mismo Jesús. 

Nuestra manera de entender y vivir la fe cristiana hace que la dignidad de toda persona sea algo incuestionable. Creemos que cada persona es de inestimable valor, que las personas son más importantes que las cosas. El Papa Francisco en su documento sobre la Alegría del Evangelio se expresa de esta manera: “nadie puede exigirnos que releguemos la religión a la intimidad secreta de las personas, sin influencia alguna en la vida social y nacional, sin preocuparnos por la salud de las instituciones de la sociedad civil, sin opinar sobre los acontecimientos que afectan a los ciudadanos. ¿Quién pretendería encerrar en un templo y acallar el mensaje de san Francisco de Asís y de santa Teresa de Calcuta? Ellos no podrían aceptarlo. Una auténtica fe —que nunca es cómoda e individualista— siempre implica un profundo deseo de cambiar el mundo, de transmitir valores, de dejar algo mejor detrás de nuestro paso por la tierra. Amamos este magnífico planeta donde Dios nos ha puesto, y amamos a la humanidad que lo habita, con todos sus dramas y cansancios, con sus anhelos y esperanzas, con sus valores y fragilidades. La tierra es nuestra casa común y todos somos hermanos. Si bien «el orden justo de la sociedad y del Estado es una tarea principal de la política», la Iglesia «no puede ni debe quedarse al margen en la lucha por la justicia». Todos los cristianos, también los Pastores, están llamados a preocuparse por la construcción de un mundo mejor. De eso se trata, porque el pensamiento social de la Iglesia es ante todo positivo y propositivo, orienta una acción transformadora, y en ese sentido no deja de ser un signo de esperanza que brota del corazón amante de Jesucristo”. (EG 183)

Benjamín Echeverría
Ministro Provincial de Capuchinos de España

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