Creo en la Iglesia

El 25 de marzo de este año, en Loreto, junto a la Santa Casa, lugar que atendemos los Capuchinos, el papa Francisco firmó uno de esos grandes documentos dirigido a los jóvenes y a todo el pueblo de Dios. 

Creo en la Iglesia

Lleva por nombre Christus vivit, (Vive Cristo) y es una exhortación apostólica escrita a raíz del sínodo sobre la juventud del año pasado

Como el mismo papa afirma, “es una carta que recuerda algunas convicciones de nuestra fe y que al mismo tiempo alienta a crecer en la santidad y en el compromiso con la propia vocación”. El papa insistentemente nos anima a vivir nuestra vida cristiana poniendo nuestra mirada en la persona de Jesús. Nos invita a profundizar en él, a redescubrirlo. De hecho, en este documento al que hago referencia Francisco es consciente de que “para muchos jóvenes, Dios, la religión y la Iglesia son palabras vacías, en cambio son sensibles a la figura de Jesús, cuando viene presentada de modo atractivo y eficaz”. 

Recuerdo a otro Francisco, el de Asís, que unos siglos antes, tras unos años de búsqueda y de replanteamiento de su vida, se encontró con Jesucristo y su mensaje del Evangelio. Le impactó tanto que quiso hacer de él su forma de vida. La Iglesia de aquel tiempo tampoco era ideal, pero él tuvo claro que quería vivir su fe dentro de ella, no al margen. En ella siempre es posible encontrar a Cristo. Nos unimos también a este deseo del papa: “pidamos al Señor que libere a la Iglesia de los que quieren avejentarla, esclerotizarla en el pasado, detenerla, volverla inmóvil”. 


Vende el caballo, los paños... y ofrece el dinero...

El gran sueño del de Asís fue la fraternidad. El Francisco actual, el papa, nos anima a que todos nos sintamos hermanos y cercanos. Aunque los miembros de la Iglesia no tenemos que ser “bichos raros”, “tenemos que atrevernos a ser distintos, a mostrar otros sueños que este mundo no ofrece , a testimoniar la belleza de la generosidad, del servicio, de la pureza, de la fortaleza, del perdón, de la fidelidad a la propia vocación , de la oración, de la lucha por la justicia y el bien común, del amor a los pobres, de la amistad social”.

La Iglesia de Cristo, muchas veces es reflejo de lo que sucede en la sociedad. Muestra ese lado oscuro cuando no escucha la llamada del Señor y pone su mirada en falsas seguridades. A pesar de todo, también en este tiempo y en esta sociedad y en esta iglesia, como san Francisco de Asís, decimos: “Te adoramos, Señor Jesucristo, aquí y en todas las iglesias en el mundo entero. Y te bendecimos pues, por tu santa Cruz redimiste al mundo”.

Benjamín Echeverría
Ministro Provincial de Capuchinos de España

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