Hacer presente a Dios

El mes pasado dialogaba con un chico de diez y seis años, de primero de bachillerato, y me decía que él era el único creyente de su clase. Sus amigos le decían que eso de la fe es de personas mayores, de “viejos”, de gente de otros tiempos.

Hacer presente a Dios


Él se sentía “descolocado” por el contraste entre su vivencia interior y la presión de su entorno. Esta es una realidad que vivimos en nuestra sociedad. A menudo se piensa, y las generaciones jóvenes especialmente, que la fe o la religión católica en este caso, ya no es tan necesaria en nuestro mundo como lo ha sido en otros tiempos. 

Generalmente no se vive ni se entiende la fe como una fuerza para vivir. No se aprecia la capacidad innovadora que tiene porque no se la considera capaz de generar una nueva cultura para afrontar los problemas que surgen en nuestro mundo. Sin embargo, como creyentes tenemos la experiencia y la convicción que pone por escrito el Papa Francisco en su Encíclica Fratelli Tutti, Hermanos todos, con la siguiente afirmación: “los creyentes de distintas religiones sabemos que hacer presente a Dios es un bien para nuestras sociedades”.  (n.274)

A menudo suelo recordar que la fe tiene siempre una dimensión personal. Nadie nos puede obligar a creer. Cada uno tenemos nuestra propia experiencia y recorrido. Junto a esa dimensión personal, la fe tiene también una dimensión social. Esta nos anima a mirar más allá de nosotros mismos y a seguir contribuyendo con la construcción de una sociedad más justa, fraterna, solidaria, respetuosa con la dignidad de toda persona. Por eso a nosotros también nos interesan los asuntos públicos, lo que es de todos, su gestión.

Queremos ser buenos cristianos y buenos ciudadanos, porque así es como entendemos que se construye el Reino de Dios en este mundo. Así es como esperamos y trabajamos por un cielo nuevo y una tierra nueva en la que habite la justicia. Desde la implicación, la responsabilidad y no el desentendimiento. 

Ya hace bastantes años, el Papa Pablo VI, en otro gran documento suyo, al hablar del progreso de los pueblos, decía que “el mundo sufre de falta de pensamiento”.  En una sociedad tan interconectada como es la nuestra, con los cambios tan fuertes y tan rápidos que se van produciendo, necesitamos pensar y ordenar nuestro pensamiento. “Pensar” es algo que ya se hace en nuestro mundo. Si no pensamos nosotros, ya hay quien lo hace por nosotros.  Por eso necesitamos pensar y saber pensar para permanecer de manera libre y creativa dentro de la realidad en la que vivimos.

Aunque ahora se defina nuestra sociedad como “la sociedad del cansancio”, como creyentes pensamos que Dios no debe desaparecer de nuestro mundo. Lo sentimos como un bien, que pretende ayudarnos a los seres humanos en ese camino de la salvación. 

Fr. Benjamín Echeverría

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