Hoy celebramos a San Pío de Pietrelcina

El Padre Pío de Pietrelcina, Francesco Forgione,  fue un fraile Capuchino nacido en Pietrelcina, en un pequeño pueblo de la provincia de Benevento, Italia, el 25 de mayo de 1887. Nacido en una familia muy religiosa, desde muy temprano mostró inclinación por la vida espiritual y al llegar a la
adolescencia quiso consagrar su vida a Dios.

Hoy celebramos a San Pío de Pietrelcina

Hizo el noviciado con los frailes capuchinos en Morcone, y en 1905 tomó los hábitos con el nombre de Fray Pío, en honor al Papa Santo Pío V, patrón de Pietrelcina. En 1910 se convirtió en sacerdote.

Su vida estuvo marcada por las enfermedades. Uno de sus dolores más intensos fue el de los estigmas, no solo por el dolor físico, sino por la vergüenza que le producía tener un signo físico de santidad.

A los 24 años, Padre Pío recibió los estigmas, o heridas de Jesucristo. Durante el resto de su vida estas heridas continuaron abiertas y sangrantes. A los 31 años, tuvo una experiencia que completó su sufrimiento espiritual y lo transformó: la transverberación. Describió el suceso, que se extendió a lo largo de varios días, de la siguiente manera:

“Estaba confesando a los niños la tarde del 5 de agosto cuando de repente quedé aterrorizado por la visión de una personas celestial que se me presentó en la mente. Tenía en la mano una especie de arma parecida a una navaja de acero muy larga y afilada que parecía emanar fuego”.
“En el mismo instante que vi todo esto, vi a esa persona enterrarme el arma en mi alma con toda su fuerza. Con dificultad, emití un quejido, y sentí que moría. Le pedí al niño que se fuera porque no tenía fuerzas para continuar. Esta agonía continuó sin interrupción hasta la mañana del día 7. No puedo explicarle cuánto sufrí en este periodo de agonía. Hasta mis entrañas fueron desgarradas y rotas por esta arma, y nada quedó sin romperse. Desde ese día estoy herido de muerte. Siento en las profundidades de mi alma una herida que siempre está abierta y que me causa una agonía continua.”

El Padre Pío murió el de 23 septiembre de 1968 a los 81 años en San Giovanni Rotondo, Foggia, Italia, lugar donde pasó la mayor parte de su vida. Fue beatificado el 2 de mayo de 1999 y canonizado el 16 de junio de 2002 por el Papa Juan Pablo II en Roma.
Hoy, personas de todo el mundo, siguen dando testimonio de los milagros y ocasiones en que los ha ayudado.

Esta es nuestra oración ante él:
Bienaventurado padre Pío, testigo de fe y de amor.
Admiramos tu vida como fraile capuchino,
como sacerdote y como testigo fiel de Cristo.
El dolor marcó tu vida y te llamamos «un crucificado sin cruz».
El amor te llevó a preocuparte por los enfermos, a atraer a los pecadores, a vivir profundamente el misterio de la Eucaristía y del perdón.
Fuiste un poderoso intercesor ante Dios en tu vida, y  sigues ahora en el cielo haciendo bien e intercediendo por nosotros.
Queremos contar con tu ayuda. Ruega por nosotros.
Lo pedimos por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

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