Casa de Vida

El sacerdote capuchino Marie Benoît salvó la vida de 4.000 judíos.
Desde ahora la Curia General en Roma será "Casa de Vida"...

Casa de Vida

El convento romano que alberga a la Curia General de los más de diez mil frailes franciscanos menores capuchinos del mundo es desde hace unos días “Casa de vida”, en reconocimiento de la ayuda ofrecida por religiosos de esa orden religiosa a judíos durante las persecuciones de la Segunda Guerra Mundial.

El reconocimiento ha sido atribuido por la Fundación Internacional Raoul Wallenberg, presidida por  Eduardo Eurnekian, y fundada por Baruj Tenembaum, en una ceremonia oficial en la que participó el padre Mauro Johri, maestro general de los capuchinos.

En la curia general de los capuchinos vivió el sacerdote francés Marie-Benoît (1895-1990), quien ayudó a escapar a cuatro mil judíos durante la ocupación nazi en Francia e Italia, en buena parte consiguiéndoles documentos falsos para que se refugiaran en Suiza o España. El sacerdote había comenzado su labor de ayuda en el sur de Francia, en Niza, pero al ser descubierto por la Gestapo tuvo que huir a Roma, donde continuó sus esfuerzos en favor de los judíos con ayuda de autoridades del Vaticano.

El padre Marie-Benoît formó parte del Consejo de la organización DELASEM (Delegación para la Asistencia de Emigrantes Judíos), organizando encuentros en el Convento de los Capuchinos de Roma, donde dio refugio a muchos perseguidos. Su relación con la comunidad judía fue tan profunda, que durante las redadas de los nazis en Roma ésta le confío las llaves de la sinagoga de Roma. Nada más terminar la ocupación, en junio de 1944, fue él mismo quien pudo abrir la sinagoga. Por este motivo, poco después la comunidad judía, liderada por el rabino Israel Zoller, celebró una ceremonia oficial en esa misma sinagoga en honor del padre Marie-Benoît.

Años después, el presidente de Estados Unidos Lyndon Johnson pronunció un discurso en el cual afirmó que las “maravillosas acciones” del padre Marie-Benoît deberían “inspirar al pueblo estadounidense en la protección y preservación de los derechos ciudadanos, sin tener en cuenta la raza, color o religión”.

El 1 de diciembre de 1966, Yad Vashem reconoció oficialmente al padre Marie-Benoît como “justo entre las naciones”.

La Fundación Wallenberg ha colocado la placa conmemorativa en el exterior de la Curia General de los Capuchinos, “en reconocimiento de las gestas heroicas del padre Marie-Benoît y de todos los que colaboraron en esa misión de salvación”.

La placa recordará a todos los visitantes y a las personas que por allí pasen que, cuando el Holocausto era uno de los períodos más oscuros de la humanidad, muchas personas se opusieron contra este terrible mal. Este remar contra el mal hizo la diferencia. Estas ‘casa de vida’ es el testimonio del valor de esos héroes silenciosos. Un reconocimiento del valor del bien, para no olvidar, para expresar gratitud, la memoria del bien”, explicaron los representantes de la Fundación en la ceremonia.

Por su parte, el superior de los Capuchinos, el padre Jöhri, confesó durante la ceremonia su emoción al recordar a un hermano que arriesgó la vida, y que involucró en su obra de ayuda y salvación a otros hermanos de la orden y a las religiosas capuchinas.

Su ejemplo es particularmente significativo cuando se conoce la historia de los judíos de Roma —añadió el padre Jöhri—. Mientras algún fraile capuchino les imponía prédicas para que se convirtieran, este fraile les respetó hasta el fondo, invitando a cada uno a ser un auténtico judío, un verdadero cristiano, sin pretender que cambiaran de religión”. En este contexto, el padre Jöhri consideró que el ejemplo del padre Marie-Benoît es muy importante también hoy.

Los capuchinos han seguido su ejemplo en la República Centroafricana, donde los últimos dos años de guerra civil han provocado miles de refugiados y desplazados. Cuando la violencia se ha desencadenado contra los musulmanes, los capuchinos les han abierto las puertas de sus misiones y monasterios.

El padre Jöhri recordó, por último, que este es el mismo espíritu que ha vivido el Papa Francisco, quien cuando era sacerdote jesuita, durante la represión en argentina, ayudó a muchas personas a salvar la vida, ya fueran católicos y no católicos.

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