Jesús y las Bienaventuranzas

Jesús y las Bienaventuranzas

Un día a Jesús le ardía dentro la llama de los profetas, y decidido subió a un monte como Moisés en otro tiempo, pero no cargando con dos pesadas losas de piedra, para grabar allí diez mandamientos, sino lleno del aire del Espíritu, empujado por el aire alegre y transformador del Espíritu. Y allí proclamó, a los cuatro vientos, ocho alegres edictos: “dichosos…”, ¿preguntamos cómo serían en el lenguaje de hoy?:

Dichosos los pobres de espíritu, los desprendidos, los que no se dejan tentar por la materia y la avaricia, los que saben vivir con lo necesario. Tendrán menos problemas, valorarán y vivirán su fondo espiritual, estarán más atentos a los necesitados y vivirán con más libertad. El día en que lo entendamos seremos más humanos.

Dichosos los mansos, los que vacían su corazón de violencia y agresividad. Son un regalo para nuestro mundo violento. Cuando todos lo hagamos, podremos convivir en verdadera paz.

Dichosos los que lloran porque el llanto es la puerta para bajar al consuelo del fondo donde nos habita el Padre. Dichoso los que lloran por compasión al ver sufrir a otros. Son gente buena. Con ellos se puede construir un mundo más fraterno y solidario.

Dichosos los que tienen hambre y sed de justicia, los que viven “en orden” y defienden “el orden de la creación”. Los que siempre aspiran a una sociedad respetuosa con todos y construyen su parte. En ellos alienta lo mejor del espíritu humano.

Dichosos los misericordiosos, los que saben perdonar desde el fondo de su corazón y se compadecen de las carencias de los otros. Solo Dios conoce su lucha interior y su grandeza. Ellos son los que mejor nos pueden acercar a la reconciliación y al amor.

Dichosos los que mantienen su corazón limpio de odios, engaños e intereses corrompidos. Se puede confiar en ellos para construir humanidad y progreso.

Dichosos los que trabajan por la paz con paciencia y constancia, sin animadversión, venganza o violencia externa o interna. Son constructores del camino imprescindible para el progreso de la humanidad. Los necesitamos para curar heridas y seguir avanzando.

Dichosos los que son perseguidos por actuar con justicia respetando el “orden de la naturaleza” instituido por el Creador. Ellos nos ayudan a vencer el mal con el bien.

Dichosos los que son insultados, perseguidos y calumniados por seguir fielmente la trayectoria de Jesús. Su sufrimiento será semilla de luz, conversión, humanización y paz. Su triunfo y su corona están garantizados.

Las bienaventuranzas tienen un reverso: quien vive pacíficamente, en armonía con el sistema externo establecido, tiene que preguntarse seriamente si ha entrado o no ha entrado en el proyecto de Dios.

Seguir las bienaventuranzas lleva consigo muchas veces ser incomprendido como Jesús, incluso perseguido.

Las bienaventuranzas nos están diciendo que otro mundo es posible. Un mundo que no esté basado en el acaparar sino en el compartir, no en el egoísmo sino en el amor. ¿Puede ser justo el que esté pensando en vivir cada vez mejor (entiéndase consumir más), mientras hay personas que mueren por no tener un puñado de arroz que llevarse a la boca?

Si no quieres ser cómplice de la injusticia y deshumanización, escoge la pobreza, entendida como conformarse con lo necesario y no tener el objetivo único de tener y consumir. Cuanto menos necesites, más rico eres.

Toda propuesta sabia nace de la comprensión. No de un mero “entender” mental o conceptual, sino del “comprender” experiencial o vivencial que nace del silencio de la mente y, gracias a él, del saboreo de lo que somos. Sólo la comprensión puede orientar nuestra vida. El término “orientar” significa guiar hacia oriente, hacia el este, es decir, al lugar de la luz. Por eso es el camino que nos permite “volver a casa”. 

Si miras a oriente...

Serás feliz cuando comprendas que no eres el yo; cuando no te identifiques ni te reduzcas a él.
Serás feliz cuando te reconcilies con la realidad del dolor y lo vivas con sabiduría.
Serás feliz cuando no pretendas controlar todo.
Serás feliz cuando te liberes del apego.
Serás feliz cuando vivas el amor y la entrega.
Serás feliz cuando encuentres en ti el lugar de la paz.
Serás feliz cuando vivas en transparencia.
Serás feliz cuando seas fiel a ti mismo/a.                          

Y ahora, dime... ¿Cuáles son las claves que orientan tu vida?

  • Compártelo!