Unos minutos con el Hno. Víctor Marcos, misionero en Venezuela

Unos minutos con el Hno. Víctor Marcos, misionero en Venezuela

Cuéntanos quién es Víctor Marcos de Pedro
Nací en Canicosa, un pueblecito de la provincia de Burgos en plena sierra de la Demanda, colindando con Soria. En aquellos tiempos todos nos formábamos en las escuelas de los pueblos. Unos vecinos míos fueron al Seminario de “El Pardo” y por mediación de ellos yo me animé a acompañarles e ingresé en ese Seminario. Al terminar 3º, por muchas circunstancias y en especial porque uno no se sentía plenamente concienciado con lo que quería lo dejé. Más adelante, en el año 1956 sentí de nuevo la inclinación hacia la vida religiosa. Entonces estaba en Bilbao, empeñado en la compañía telefónica y comencé a preguntar por la Iglesia de los Capuchinos de Basurto. Contacté con los frailes y me decidí a reingresar en la Orden pero claro ya en condición de hermano no clérigo porque en su día había dejado los estudios y no era fácil coger los libros de nuevo. Pero mi vocación era religiosa capuchina e ingresé en Santa Marta en Salamanca. Hice todo el proceso de postulantado, luego fui a Bilbao al noviciado y luego a León y estuve estudiando en la escuela profesional que habían hecho los capuchinos con el Ministerio en la que estuve 3 años y luego fui a Valladolid a las escuelas de Cristo Rey a completar esa formación profesional. Al tiempo estuve en el Pardo de encargado de los muchachos y luego un año en la Coruña y a continuación otro año en Salamanca. Así en 1975 hice la Profesión solemne y yo pedí irme a misiones. Fui a Venezuela y en concreto a la zona de la Sierra de Perijá, perteneciente al Vicariato Apostólico de Machiques a convivir con tres etnias indígenas; los guajiros, los yukpas y los barís. Allí llevo 41 años. 

Víctor, ¿Recuerdas cómo fue tu primer día en el Vicariato?
Cuando llegas lo mejor es asentarse un poco así que me dejaron conocer la zona porque cada etnia tiene su ambiente y sus vivencias. Estuve en Guana, en la zona de la Guajira, también conocí algo de los motilones (barís) y luego en el Tukuko. La primera impresión fue de expectativa para ver y sentir como te sientes en un mundo tan diferente. 
Allí llegas con total disposición de abrazarse a lo que te encuentres y sobre todo a ver cómo respondes a las circunstancias concretas del día a día pero siempre en esa actitud de amigo de la aventura y de ver qué se puede ir haciendo. 
Los primeros momentos no son fáciles. Te encuentras con una infraestructura hecha y personas con responsabilidades concretas así que lo más importante es encontrar tú espacio y tú actividad. Yo estuve unos cuantos años y tiempo en esa expectativa, al ser hermano no clérigo es más difícil. Un sacerdote siempre puede encontrar más rápido una actividad apostólica pero quien no es sacerdote tiene que buscar otro tipo de acción de tipo material, de su relación social y eso no es tan fácil, pero bueno, yo en ese aspecto estaba abierto a lo que Dios me fuera presentando porque Él va hablando a partir de las circunstancias. Uno acepta esa situación difícil, y cuando no encuentra algo concreto en lo que puede dedicar su acción y entrega, no le satisface del todo pero también forma parte de la vida y hay que ofrecérselo a Dios y esperar. 

Luego me ofrecieron ir a hacer cursos y les dije que yo había interrumpido mi formación sacerdotal pero que si querían que estudiara pues yo preferiría hacer los estudios con vista a la ordenación sacerdotal porque yo en esos años capté que allí era, si quieres más necesario que en ningún otro lado, poder ser sacerdote y hacer una actividad más completa. Me lo concedieron y acudí a un seminario en Colombia, en la zona de Medellín, en un pueblo que se llama la Ceja. Allí hay un Seminario fundado para vocaciones tardías de gente un poco adulta y sin duda era lo que más me convenía. Estuve estudiando 4 años desde 1986 y en 1990 me ordené de sacerdote. Me preparé para ello y me encargaron de toda la zona de los motilones en el Vicariato de Machiques, en Venezuela. 

¿Qué es lo primero que haces como sacerdote?
La primera conclusión que saqué cuando acabé de estudiar es que necesitaba más preparación, más estudio, nunca quedamos con la conciencia de haberlo aprendido todo. Yo salí del seminario con ilusión de poder ir a algún lado donde tuviera la oportunidad de coger algunos estudios complementarios que me dieran más capacitación pero no. La voluntad de Dios y de los superiores era que fuese a la selva, a la zona barí de los motilones, a un espacio muy difícil, de condiciones precarias y de muchos peligros de todo tipo así como de privaciones, pero con la ilusión de llegar con el sacerdocio, con la gracia que Dios me había dado, así que allí marché. 

Recuerdo la primera misa. Entonces no había ni iglesia ni había nada y allí en un ranchito y con mosquitos, otros bichos, algunas linternas y mucha, mucha ilusión salió todo muy bien. Ahora recuerdo y pienso “¡Señor mira por donde he pasado!”. Ha sido un proceso de 25 años que encargado de ellos. Podemos decir que Dios se ha servido de uno como instrumento para ayudarles y empezar por muchas cosas y por supuesto por las materiales. Por ejemplo en aquel tiempo no había iglesia, ni camino, ni luz, ni prácticamente de nada y yo no sé el por qué, pero por ejemplo el gobernador de ese estado del Zulia fue por allí y se ilusionó con los Barís. Tuvo contacto conmigo y hemos tenido una relación muy estrecha y gracias a él hemos podido conseguir muchas cosas, por ejemplo la iglesia. Yo es lo primero que hice con la ayuda de la Orden y de los indígenas: levantar una iglesia preciosa y eso con todas las dificultades del mundo. Imaginaros, por ejemplo, llevar a mano 150 láminas de cinc para hacer el tejado. Entonces no había camino ni carretera ni nada y la gente iba durante más de 3 horas con ellas al hombro por la selva. Y así todo, conseguimos llevar allí albañiles, soldadores con una pequeña planta eléctrica y así en el año 1991 hicimos la iglesia de san Miguel de Saimadoyi de y para los barís. 

Llevaban cemento, tubos de hierro y otros materiales pesados. Todo a pulso por la selva. Los ladrillos los hacíamos allí. Utilizábamos y aún se utilizan bloques de cemento hechos con moldes. Así la iglesia se inauguró en 1994. Asistió Monseñor Romualdo 4 años después de comenzar su construcción. Os aclaro que de nuestra misión del Tukuko a Saimadoyi caminando se tarda unas 12 horas. Como era mucho tiempo lo hacíamos atravesando la selva, por lo que se conoce como la hacienda del rodeo en Aricuisá y así el camino se quedaba en 3. 



-Cuéntanos alguna otra dificultad de esos días.
Dificultades muchas, la primera para ellos siempre fue la vía de acceso a la zona. Yo he visto sacar a una señora que estaba para dar a luz con el niño a medio salir y en esas circunstancias sacarla en una hamaca colgada de un palo y gente para relevarse durante 3 horas. Recuerdo que la salvaron. Hay circunstancias límites en que a ver qué haces. Yo con ellos participé siempre en sus reuniones. A nivel cultural son muy democráticos. Hay un cacique o líder pero nunca se toma ninguna decisión si no reúne primero a la comunidad. Todos hablan y exponen sus ideas para después llegar a una conclusión que más o menos responda al querer de la mayoría. Puede que no haya unanimidad pero todos hablan y se da respuesta a la mayoría.   

Pasé 2 años encargado de unas máquinas que pudimos alquilar por horas pero para que ese trabajo rindiera había que estar ahí día y noche durmiendo y poderte poner a primera hora a trabajar porque era mucho dinero el que nos jugábamos y era la única forma de gestionarlo. La gente se quedó admirada de lo que pudimos hacer con tan pocos recursos, abrimos el camino y todos felices… llevamos 20 años en que algunos indígenas tienen su carros de doble tracción porque allí hay que atravesar ríos, piedras, cuestas y es muy difícil y más en invierno cuando llueve con los barros. Así resolvimos esas tragedias de antes y sus emergencias sanitarias.Además sirvió también para algo muy importante que era poder sacar los productos de la selva a los mercados de Machiques. Hasta entonces ellos se tenían que conformar con comer lo poquito que pudieran cultivar y ahora pueden cultivar más y lo que les sobra sacar a vender y con ese dinero acceden a otras cosas que necesitan. Producen lo más normal como yuca, plátanos de toda clase y en especial el verde que es el que se cocina, es el pan de cada día y por supuesto el maíz, con la harina se hace mucho y el cacao y la piña que se produce en cantidad y excelente calidad.

Y hoy, ¿qué busca el pueblo barí?
Lo que más aprecian es su convivencia pacífica y unitaria. Es su valor fundamental. Sabemos que antes del encuentro con los misioneros vivían en un bohío, una vivienda comunal donde estaban más de 100 personas, había una zona con relativa intimidad para cada familia y en el centro los fogones para hacer la comida. Esa tradición les ha marcado siempre y por ello tienen una concepción muy especial sobre el concepto de unidad. Tienen un gran respeto por los demás y por todo lo que significa la comunidad así como una aptitud muy positiva sobre lo que son los trabajos comunes. Este hecho ha facilitado los programas de cooperativas que propone el sistema chavista. A menudo dicen “esto no es un descubrimiento porque lo tenemos como forma de vida”. Muestran que ellos lo hacen mejor porque es cultural. 

En cuestión religiosa lo mismo, nunca tuve problemas por armonizar su cultura y su Dios Sabaseba. Su creencia es que descienden de una gran piña. Pablo VI decía que en todas las culturas hay una semilla del Verbo y que ello está en el Evangelio.
Además del mito de la creación con la piña, Sabaseba creó también unos Saimadoyis (significa los apóstoles de Sabaseba) y cada apóstol tuvo una función. Hubo uno para la pesca, otro para la caza, el cultivo del maíz y cada uno tuvo la asignación de enseñar a los barís cada profesión. El barí no está tan inclinado al culto cerrado de la religión como por ejemplo están los Yukpa que tienen más tradición de hacer ritos culturales y religiosos. El barí no, la vida para ellos es culto, ejemplo… van a pescar y hay uno o dos encargados que preparan la pesca, avisan a la gente que mañana va a haber pesca y son los encargados de asignar a cada barí una misión. 

Unos van a por las hojas, otros a por piedras… la pesca barí se llama la “quirora”. Buscan un espacio en el río en que se divide en dos brazos y queda en medio como una isla. Con la piedra del río se hace un muro en un brazo para que el agua vaya por otro lado, se corta la corriente. Se pasan unas 3 horas cogiendo piedras y haciendo un muro. Con las hojas de bijao, que son muy grandes, se tapan los huecos que quedan entre las piedras. Al fondo las mujeres hacen un muro más pequeño. El agua disminuye y ahí quedan los peces atrapados. Ese trabajo fuerte de 3 horas luego queda compensado por la eficacia de la pesca. Es fácil luego cogerlos con un chuzo (una especie de lanza). Ahora usan la red que tiran y luego se cierra por abajo gracias a unos pesos. También utilizan una mascarilla que se ponen en la nariz y ojos y luego se mantienen más tiempo bajo el agua.

El cristianismo quizás pecó un poco de separar la religión de la vida y aquí nos demuestran que la vida es culto porque hacen la pesca con un sentido muy cristiano: comunitario. Es muy interesante ver cómo cogen el pescado y luego si alguien no tiene suficiente lo comparten. 
Yo para hablarles no tengo más que decirles que hacer esas actividades comunitarias es ser cristiano y que luego hay un Dios que lo podemos llamar Sabaseba o como se quiera pero luego está su hijo Jesucristo que ha venido simplemente a recordarnos eso que están haciendo ellos y que lo viven así.

Para un misionero que vive esa solidaridad de una comunidad indígena… ¿qué sientes cuando vienes a Madrid y ves ese individualismo, líos políticos, etc…?
Esa sensación de que en el mundo hay de todo, que sigue habiendo signos y realidades que nos recuerdan cual es nuestro ideal y que se puede vivir de esa manera como el Evangelio nos dice de una manera feliz. Yo he visto muchas veces esa felicidad expresada de una manera evidente en las familias Barís. Son muy numerosas de 8 o 10 hijos y con esa precariedad de recursos pero ellos son bien felices porque saben que cuando Sabaseba sacó la primera familia de la piña lo primero que les dijo es que sonrieran y eso se ve en una actitud de cara feliz, sonriente, verlos en escalera, ver esto y a lo mejor pues no saben que van a comer al día siguiente porque saben que hay un río, un monte y que irán a pescar, cazar, o….

¿Qué nos puedes decir sobre temas relacionados con la salud?
Muchos problemas, hubo paludismo que se han ido solucionando, hubo mucha tuberculosis y el gobierno en esos años puso una atención especial. Hay una doctora que ha llevado un programa de atención a tuberculosos y ha conseguido que poco a poco se  vaya erradicando porque estaba extendida en toda la zona. Además la hepatitis. Cuando llegué en el año 1975 había una hepatitis “delta” fíjate que hay una hepatitis A, B, C… y allí esta delta que era casi única en el mundo, fueron investigadores de EEUU a ver qué ocurría en esa zona indígena. Entre todos se fue tratando y los que tenían han ido falleciendo porque era irreversible pero ahora está muy frenada. 

Los niños tienen disentería pero cada vez menos. Hay quienes mueren porque no tienen cuidados pero lo positivo es que en esas condiciones los niños que superan esta etapa tienen unos anti cuerpos y una fortaleza que yo admiro. Por ejemplo yo tengo que tener cuidado de hervir el agua, que si parásitos, que si amebas, y les veo a ellos beber el agua del río y se les ve muy sanos.

¿Se puede decir que esa es una zona muy adecuada para ver reflejado el Espíritu de Asís?
Ellos han captado en los capuchinos desde el principio a personas sencillas y luego que han tenido disposición de acomodarse a ellos y no al revés. Ellos tienen conciencia de lo que ellos son y deben de ser y no que nadie les imponga nada. Desde los primeros misioneros que llegaron en el año 1960, dicen que para ellos iglesia y sacerdocio es capuchinos. Si quieren nombrar a algo de la iglesia utilizan el término capuchino. En los años que llevo allí cuando hablan a otro dicen “el capuchino sí porque es Barí como nosotros”. Ellos saben que el capuchino está con ellos y que el espíritu de Asís es la sencillez de involucrarse con ellos como uno más y el respeto a su vida y tradiciones. La zona barí ante el gobierno y ante todo es ejemplo de respeto a la naturaleza. Siguen viviendo y armonizando en el medio en el que viven con su vida que es cultivar para comer y cuando pueden para vender algo pero siempre respetando el medio en el que viven.

Y ahora, ¿qué futuro tiene Venezuela con estas noticias que escuchamos a diario?
En la cuestión indígena mal y como alguien que está con los indígenas primero hay que reconocer que este sistema chavista ha tenido en cuenta de una manera especial a las gentes marginadas y a los indígenas como tales les han ayudado, les ayudan y les dan una gran cantidad de posibilidades de promoción, estudios, carreteras, la luz, casas, han sentido la ayuda efectiva… Pero están experimentando que antes iban a comprar un kilo de arroz y era barato y ahora es una tragedia encontrar cualquier cosa y saben que aunque el gobierno les ayude con algo a ellos no les llega. Son conscientes de las dos cosas pero en general están inclinados en favor del sistema chavista porque han sentido todo eso de respeto, cercanía y ayudas pero están a favor. En muchos casos esas ayudas han sido dadas a veces demasiado fácilmente y han incidido en algo negativo y muchas veces han abandonado sus cultivos y trabajos tradicionales porque como han tenido acceso a ayudas …. Eso es un problema y más ahora con la crisis económica que las ayudas no llegan a estos poblados indígenas. Se han quedado sin ayuda y sin sus cultivos. 

Esto tendrá que cambiar. Habrá que reflexionar mucho a ver cómo se hace.

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