Manuel Alfonso Vargas. Misionero Capuchino en Guinea Ecuatorial

Manuel Alfonso Vargas. Misionero Capuchino en Guinea Ecuatorial

En Guinea Ecuatorial tengo un encuentro con Manuel. Lleva muy poco tiempo en la misión de Mbini a la que llegó desde la Amazonía colombiana. Sí, antes de llegar a Mbini estaba en el Amazonas colombiano en la triple frontera de Colombia, Brasil y Perú. Allí estaba apoyando un macro proyecto que tiene la Iglesia católica que se llama la REPAM (Red Eclesial Panamazónica) que es la que ha gestado a lo largo de estos años el sínodo panamazónico que se va a celebrar en octubre en la ciudad de Roma. Es un sínodo con muchas expectativas porque va a generar muchos cambios en las iglesias locales de los 9 países que comparten el “pulmón del mundo”. Estuve en ese proceso de concienciación de lo que supone para la humanidad preservar ese espacio de vida.
 
La Iglesia católica reunió esas iniciativas con la REPAM, y es preciso recordar que ya desde hace siglos muchos misioneros europeos llegaron a esa zona y fueron ellos los primeros que apostaron por ese territorio primero para la evangelización y después para el cuidado de la creación. En este momento la Iglesia apunta a dos objetivos; la protección de las comunidades indígenas y la protección del medio ambiente. Esos son los objetivos fuertes que tenemos allí y sobre los que cada cual va colocando su granito de arena. 

¿En qué consistía tu trabajo en la REPAM? Mi papel era fundamentalmente de enlace de los capuchinos en esa apasionante iniciativa
Sensibilizar, compartir, ayudar en que ese proyecto se vaya dinamizando en el corredor pluvial selvático de la triple frontera; Brasil, Colombia y Perú. Se trata de procesos de diálogos, conciencia, de generar una nueva Iglesia en el sentido de proceder pastoralmente en algunos aspectos. No se trata de inventar nada nuevo, pero sí en cómo se proyecta pastoralmente y se revitaliza. Hay unas apuestas que ya están en el instrumento laboris del sínodo pan amazónico que van a evaluarse.

Manuel, sin duda hay una simbiosis entre el sínodo y la “ecología franciscana”.
Claro. Los franciscanos estamos y hemos estado durante varios siglos. San Francisco es el patrono de la ecología. En los nueve países de ese vasto territorio estamos revitalizando el carisma franciscano y seguro que el sínodo nos va a fortalecer y nos va a guiar con una nueva forma de estar. No buscamos ser los protagonistas pero sí deseamos ayudar e impulsar. 

¿Qué hace un capuchino colombiano que participó en el sínodo panamericano en Guinea Ecuatorial?
Sí... son las dinámicas propias de nuestra vida religiosa. La disponibilidad allí donde se nos necesite y cuando uno toma un empeño va con el mismo carisma a la amazonía que a Guinea. Cierto es, y no te puedo engañar, que duele separarse de esos procesos porque estuve muy entregado a esa causa, pero llega la obediencia y tenemos nuestras propias necesidades internas y exigencias. El amazonas no es el único escenario que los capuchinos de Colombia atendemos. Uno de esos lugares que necesita ahora nuestra presencia es Guinea.

Llevas poco en Mbini. ¿Qué vas a hacer?
Soy el párroco de esta bonita misión. Llevo tres meses y estoy aprendiendo esta cultura. Es otra forma de ver, otra concepción del mundo, una Iglesia con sus propios tintes y valores. Intento aprender y trato de responder. En este momento estoy solo y no es algo propio del carisma franciscano que siempre nos mueve en comunidad. Estoy a la espera de otros misioneros capuchinos para acompañarme. Me encuentro con una sorpresa que aquí hay bosque y selva propia y es considerable, la porción más grande tras la amazonía, el papa ha puesto sus ojos en la cuenca del Congo.

¿Qué te gustaría trasladar a nuestros lectores? 
Que vale la pena. Es profético estar aquí en un lugar diferente en el que nos enriquecemos mutuamente. Ellos a lo largo del tiempo han aprendido de nuestra cultura y han apreciado que seamos colombianos y que estemos aquí… primero fueron los capuchinos españoles, luego se hizo el relevo de los capuchinos colombianos. También, vale la pena todo enriquecimiento, hay dificultades en algunos aspectos, pero me han acogido muy  bien y sé que pronto llegarán otros frailes, tenemos mucho por hacer, hay que continuar. Antes estuvieron otros frailes capuchinos: brasileños, españoles, ecuatorianos y ellos siempre nos han transmitido que Guinea vale la pena, que son nuestros hermanos y que juntos podemos soñar y compartir para mirar al futuro con ilusión.

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