• Vivir el Evangelio. La espiritualidad de Francisco de Asís
Vivir el Evangelio. La espiritualidad de Francisco de Asís

Vivir el Evangelio. La espiritualidad de Francisco de Asís

13,00 €

PRÓLOGO

Escribir hoy sobre espiritualidad, cuando la misma sociedad busca su futuro por caminos más superficiales, es casi un acto de inconsciencia.
Pero asumo este gesto marginal como un servicio a mis hermanos y hermanas porque percibo que, a pesar de habemos empeñado en olvidar los grandes horizontes que generan utopías, para limitamos a lo concreto y circunstancial, no llegamos a encontrar lo que, de verdad, confiere sentido a la vida: saber qué somos y hacia dónde caminamos.

Porque a veces nos acontece -como dice González de Cardedal- que en medio del vivir se nos oscurece el saber de lo humano y no sabemos qué es ser hombre. Y entonces sólo recobramos la luz y la evidencia cuando en medio de la multitud nos encontramos con el rostro trasparente de un hermano, en el que la humanidad ha dado fruto y a través del cual se nos inmediatiza y asistimos al milagro de estar ante un hombre, y de sentirnos de nuevo encaminados, y de querer marchar hacia esa humanidad de la cual no tenemos ciencia cierta, sino una incierta sospecha y un como recuerdo que sirviendo de memoria acumulada, alimenta nuestra esperanza.

Si a este hermano le damos un nombre, Francisco de Asís, entonces ya no resulta tan insensato descubrir su camino espiritual, su camino de humanidad, porque puede ayudamos a replantear nuestro camino y caminar de otra forma más gratificante y llena de sentido.

Francisco siempre ha fascinado porque representa de forma ejemplar la utopía de lo que siempre hemos soñado alcanzar y la realidad nos ha negado: El no sentimos celosos guardianes de nuestra débil y temerosa personalidad y poder abrimos amorosamente a los demás y seguir creciendo hasta encontrar el Absoluto y en él, sorpresivamente, también a nosotros mismos.

Conocer el camino recorrido por Francisco puede ser una ayuda para caminar por el nuestro; pero sería una trampa confiar ingenuamente en nuestro conocimiento de lo que es y significa Francisco, porque puede darse la paradoja de que el Francisco imaginado no tenga nada que ver con el Francisco real.

Su imagen popular se ha ido formando de rasgos y aureolas hagiográficas, no siempre desinteresadas, que nos dificultan el acceso al Francisco de Bemardone.

La pregunta surge espontánea: ¿Podemos llegar a conocer al Francisco real, al Francisco histórico, o tenemos que conformamos con una imagen del Santo restaurada por las conveniencias e intereses de sus biógrafos?

Algunos franciscanistas son categóricos: Es imposible llegar a conocer al hijo de Pedro Bemardone porque los medios de que disponemos, las biografias mayormente, no pretendían tal cosa sino mostramos al mínimo y dulce Francisco de Asís, al Santo que había estado entre ellos y al que algunos habían, incluso, conocido y tratado, por lo que se convertía en un modelo de santo asequible.

Aún reconociendo que esta propuesta tiene parte de verdad, también es cierto que de Francisco no sólo tenemos sus biografias, sino que disponemos de un material de primera mano como son sus escritos. A través de ellos podemos rastrear su itinerario espiritual marcado por el Evangelio. Ellos nos descubren los verdaderos sentimientos y las opciones de un hombre de fe que se dejó fascinar por Jesús hasta caer rendido ante él, haciendo verdad aquello de que el Evangelio humaniza.

Sin embargo, y dada la costumbre que tenía Francisco de dictar sus escritos a un secretario, tampoco podemos estar completamente seguros de que en ellos se nos manifiesta el verdadero espíritu de Francisco con todos sus matices y particularidades. Pero es un problema general que afecta a toda la literatura espiritual de la época y que, actualmente, no reviste grandes dificultades porque se dispone de medios para aproximarse bastante a las ideas del autor. Por eso cabe una confianza relativa de que en ellos late la aventura evangélica de Francisco.


Con todo, cada texto tiene un contexto que lo hace inteligible y que, con la distancia de cultura y tiempo, se va empañando hasta desdibujarlo. De ahí que la reconstrucción histórica de la época, al menos en lo referente al aspecto religioso y lo que tenga alguna relación con él, es importante para dimensionar la figura de Francisco.

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