María, Madre de todo lo creado

La virgen tiene un protagonismo especial en este mes de mayo, el de las flores. En la historia de la Iglesia María de Nazaret simboliza el rostro materno de Dios. A lo largo de la historia, todos los seres humanos hemos tratado de  imaginarnos a la divinidad. Y casi siempre, la hemos  entendido desde la sumisión, desde la admiración o desde el miedo. Sin embargo, a medida que conocemos la vida de Jesús Él habló de Dios  como “Abbá”, “Papá”. Habló y nos enseñó que hemos de sentirnos ante Dios como lo hacía Él. Se sentía y expresaba ante Dios como él mismo se sentía y expresaba ante sus padres, seguro, querido, arropado y exigido, en su casa de Nazaret.

María, Madre de todo lo creado

Uno de los teólogos dice que, con el paso del tiempo, de los siglos, y desde el esfuerzo que se hizo en la comunidad cristiana por “poner orden” en materia de fe, se fue sustituyendo a Abbá, el papá en el que confiar, que da seguridad y cariño, por el Padre Todopoderoso, lejano y temible juez. Incluso se sustituyó a ese Jesús cercano, que acompañaba la vida de la gente, por el Verbo encarnado semejante a nosotros.  Consecuencia de ello es que, a medida que se fueron “alejando” Jesús y el Padre, el pueblo cristiano encontró a María, la Madre.  Vio que ella era refugio de pecadores, consuelo de afligidos, auxilio de los cristianos...  es decir, todo lo que significaba para Jesús su Abbá.

También a María con el paso del tiempo se le añadieron otros títulos o atributos divinos: medianera de todas las gracias, asumpta al cielo, madre del Creador ( sin que percibamos que existe contradicción entre estos dos términos juntos), reina de todo lo creado…

El Papa Francisco, en su Encíclica Laudato Si, (241)  la recuerda como Madre y Reina de todo lo creado. “María, la madre que cuidó a Jesús, ahora cuida con afecto  y dolor materno este mundo herido. Así como lloró con el corazón traspasado la muerte de Jesús, ahora se compadece del sufrimiento de los pobres crucificados y de las criaturas de este mundo arrasadas por el poder humano… Elevada al cielo es madre y reina de todo lo creado… Ella no sólo guarda en su corazón toda la vida de Jesús, que “conservaba” cuidadosamente (cf Lc 2, 19.51), sino que también comprende ahora el sentido de todas las cosas. Por eso podemos pedirle que nos ayude a mirar este mundo con ojos más sabios”.

María es presencia viva de Dios. De ninguna manera, y menos aún en este mes de mayo, renunciamos a la devoción, admiración, gratitud a María. 

Ella nos sigue acompañando en este misterio que es la vida, en todos sus momentos: gozosos, gloriosos, dolorosos…

Benjamín Echeverría
Ministro Provincial de Capuchinos de España

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