Sorpresa en el litoral de Guinea...
Sobre las 8,30h salimos de Mbini con destino al poblado de NUME, camino y lugar nuevo para mí. Viajábamos en un coche no para muchos trotes. El nombre de Todo Terreno era para él un eufemismo. Íbamos el conductor, dos chicos, una mujer, Fray Mauro y el que escribe estas líneas. Para mí todo es nuevo, voy con una actitud de expectativa. Llevo en este momento 9 años en Guinea y nunca he hecho este recorrido. Lo nuevo intriga. Pongo mi atención en alerta máxima. La carretera por donde vamos está trazada paralela y próxima a la playa. A intervalos, se ve de vez en cuando la playa, cuando el bosque lo permite. Avanzando encontramos casitas a lo largo del camino, bosques de cocoteros y grupos de niños próximos a las casas semejantes a camadas humanas que juegan, miran y saludan.
El camino está un poco seco. Hace poco tiempo ha pasado una “cepilladora” que ha arremangado hacia los lados la hierba y, en algunos casos, la misma tierra. A tramos la carretera se parece a un inmenso túnel vegetal hecho de cañas gigantes procedentes de los cañaverales que están a uno y otro lado del camino. Los arcos que estas inmensas cañas crean a lo largo del camino sugieren las columnas de una catedral gótica formada por la naturaleza. ¿Quien imita a quien?
Siguiendo nuestro recorrido comprobamos: hasta aquí ha llegado la “cepilladora”. La carretera se ha convertido en una senda con hierbas gigantes y arbustos a los lados. Con todo, seguimos avanzando casi a tientas deseando que no haya algún tronco atravesado, algún hoyo o alguna ilustre serpiente descansando atravesada en el camino.
Entre la hierba y los arbustos descubrimos dos troncos que hacían de puente para pasar un riachuelo, dos orillos: uno viejo y otro recién cortado. Bajamos todos del coche, menos el conductor, quien afinó la destreza y el dominio para atravesar aquel puente. Y lo pasó. Avanzamos un trozo más hasta encontrar a otro conductor perfecto conocedor del camino. Su información fue tajante:
- No sigan con el coche, es mejor dejarlo aquí. No se puede pasar
- Bien, hemos de ir “pietando, apeando”
- Andando- tradujo alguien.
Llegamos a la unión de dos ríos, uno de ellos dijeron que era el NUME. Aquí hay que pasar en cayuco guiado por la pértiga de unas manos expertas. Poco después llegamos al poblado de destino: NUME, el mismo nombre del río. Saludos de todos y para todos. Con una naturalidad pasmosa un grupo de mujeres empezó a cantar dándonos la bienvenida, primero en lengua combe y después en fang. Correspondimos como supimos hacerlo y desde luego, con mucho aprecio.
El objetivo de la visita era dar la oportunidad a las gentes del poblado de participar en una eucaristía, ya que desde hacía mucho tiempo al poblado no había ido un sacerdote, cosa que parece muy normal por la dificultad que supone llegar allí. Yo me dediqué a preparar lo necesario para la misa y a atender a las personas. Pronto constaté la dificultad del idioma, pues en la costa, aunque algunos conocen el español y el fang, la lengua nativa es el kombe. Por lo tanto, tuve que hacer equilibrios entre el español, el fang que conocía un poco más y la mímica.
Empezó la misa, estamos en África, la misa es concurrida, participada y con música alegre, rítmica, conjuntada y expresiva. Toma parte un coro de mujeres con uniforme, un tambor marca el ritmo alegre y tipo de marcha. Cantan todos. Hubo cuatro bautismos e hice una breve homilía que el catequista tradujo a su lengua. Para mí fue una celebración gratísima, y creo que para ellos también. Entre otros motivos, porque hacía mucho tiempo que no había estado el sacerdote. Sinceramente, quise ser cordial y cercano.
Al terminar la misa, el coro de mujeres salió cantando a la calle y en la placita de la iglesia, varias personas siguieron cantando en un ambiente festivo y alegre verdaderamente expresivo de la vida de una comunidad (Pensé para mi capote: "lamento que esto no lo vean en España"). De momento observé que se hizo un poco de silencio y todos a una dando palmas entonaron en su lengua la universal y agradable melodía que su lengua empieza IVENDA, IVENDA, ALELUYA, EL GLORIA, GLORIA ALELUYA.
No podrán imaginar ustedes el impacto de esta melodía al lado del río. En medio del bosque, qué poder del espirito para crear emoción, escalofrío, nostalgia, alegría. Yo no entendía nada de la letra; pero una pronunciación clara, rítmica, vivida expresada en movimientos y por el ritmo corporal hacían de aquel momento una aparición del poder de lo espiritual, algo real como las personas mismas y algo a la vez trascendente de mares, de desiertos, de selvas, de ríos y de razas.
Era difícil contener tanta emoción.
Y como colofón, una señora del poblado que venía de Gabón cantó en español el Himno de la alegría: Escucha, hermano, la canción de la alegría/ Ven canta, vive soñando, sueña cantando/” Evocando el romance del Conde Olinos no sería mucho decir que los peces del río, los cangrejos y los loros de la selva se paraban a escuchar.
Creo que el título queda revalidado: Sorpresa en el Litoral. De regreso no terminaron las sorpresas ni las emociones. Fue el encontrarnos con unos ancianos de esos que son y se consideran españoles de Guinea. Uno estaba enfermo, era consciente de su gravedad y de nuestro encuentro. Pienso que fue una acción de la Providencia mi pobre presencia y encuentro con aquel anciano y en aquel momento. El otro encuentro fue con un matrimonio que se alegraron mucho de poder hablar con un Padre. Sorpresas en el Litoral de Guinea.
Pedro José Benages -Capuchinos