Alfareros de cántaros rotos
Hace poco tiempo me llamó la atención el título de un artículo: “se necesitan alfareros de cántaros rotos”. Me llamó la atención esta imagen, no sólo porque la tradición profética habló de Dios como el alfarero, sino porque me parece que es una buena imagen que nos ayuda a vivir no sólo en este año de la misericordia, sino que es todo un proyecto de vida cristiana.
Los medios de comunicación constantemente nos presentan situaciones inhumanas y desgarradoras que se dan en nuestro mundo. Parece que cada vez somos más insensibles a las desigualdades dentro de él. Hay veces en las que me da la impresión de que nos vamos acostumbrando a ver el sufrimiento de muchas personas como si fuéramos meros espectadores. Por otro lado, hay muchos momentos en los que nos encontramos con estos “cántaros rotos”.
Son personas que viven en medio de grandes rupturas, tanto interiores como exteriores. En la vida diaria, tanto en la calle como dentro de nuestras comunidades cristianas, en torno a nuestras iglesias y parroquias nos encontramos con hombres y mujeres, vidas rotas, que necesitan rehacerse como personas, como creyentes y reorientar su propia existencia. Todos estamos llamados a ser y a vivir como si fuéramos alfareros de cántaros rotos. Así, nuestro interés, nuestra afición y preocupación, tarea y pasión sea la de recomponer tantas piezas rotas que nos afectan en nuestro vivir diario.
Hay un cuento de Anthony de Mello que habla de una persona que iba por la vida y quería cambiar, pero cada vez que lo intentaba no podía, “se la pegaba”, se frustraba, se rompía. Ante esta situación, él mismo, ante su propio espejo se decía: “no soy nada, soy un inútil, no valgo para nada”. Un día, de repente, apareció alguien y le dijo: “Hagas lo que hagas, lo único que no va a cambiar es que te voy a querer”. Y dicen que a partir de ese momento cambió.
Podemos esforzarnos en transmitir al otro, con nuestra mirada, con nuestros gestos y palabras, lo importante que es para nosotros.
No siempre somos capaces de recomponer toda una vida, una persona, una pieza, pero sí que podemos ayudar a restaurar algunas grietas, o brechas. Esto será parte de nuestro oficio: “tapiador de brechas, restaurador de casas”, como el profeta Isaías (Is 58,12). Por otro lado, hay veces que somos nosotros quienes necesitamos ser restaurados. Así hacemos nuestros esos deseos que expresa la canción:
“yo quiero ser, Señor amado, como el barro en manos del alfarero. Toma mi vida y hazla de nuevo. Yo quiero ser un vaso nuevo”.
Benjamín Echeverría
Ministro Provincial de Capuchinos de España