CORPUS CHRISTI

El día 11 de junio, domingo, este año celebramos la fiesta del Corpus Christi.  La Solemnidad del Cuerpo y la Sangre de Cristo es una fiesta móvil, que el calendario establece el jueves o el domingo de la segunda semana después de Pentecostés o el jueves o domingo después de la Santísima Trinidad.

CORPUS CHRISTI


En España dejó de ser festivo en 1989 y se trasladó al domingo. Todavía hay algunos lugares en nuestra tierra que se sigue celebrando el jueves, por aquello de que “tres jueves hay en el año que relucen más que el sol: jueves Santo, Corpus Christi y el día de la Ascensión”.  

Es día de procesiones y de ornamentar las calles. De manera pública, en este día los católicos damos testimonio de la fe en la presencia real de Cristo en la Eucaristía por las calles y plazas de nuestros pueblos y ciudades. De esta manera, desde el siglo XIII, tiempo en el que comenzó a celebrarse el Corpus, la comunidad cristiana ha expresado la convicción de que Jesús no puede quedar encerrado en las paredes de una iglesia, sino que pasa en medio del pueblo santificando las calles con su presencia. 

El día del Corpus está muy relacionado con el día de Jueves Santo, día en que recordamos el momento en el que Jesús quiso que lo suyos continuaran celebrando la cena a través del tiempo, haciendo realidad y vida sus palabras: “haced esto en memoria mía”. El evangelista Juan, en ese gran discurso que conocemos como el del pan de vida, pone en boca de Jesús estas palabras: “y el pan que yo daré es mi carne para la salvación del mundo”. Cuando en la Última Cena, en el Jueves Santo, Cristo lavó los pies a sus discípulos nos dejó el mandamiento nuevo del amor: “que os améis uno a otros; como yo os he amado, amaos también los unos a los otros(Jn 13,34). Pero, dado que esto sólo es posible si permanecemos unidos a Él, como los sarmientos a la vida (cf. Lc 15, 18), decidió quedarse con nosotros en la Eucaristía para que pudiéramos nosotros permanecer en Él. El encuentro con el Señor en la Eucaristía nos recuerda que el amar a Dios y al prójimo son inseparables.

Quienes participamos de la espiritualidad franciscana sabemos de la devoción que tenía San Francisco de Asís a la Eucaristía. Los tiempos en los que vivió fueron complicados, en el sentido de que la celebración de la Eucaristía sufría numerosos abusos y prácticas supersticiosas. San Buenaventura nos trasmite la devoción de Francisco con estas palabras: “Su amor al sacramento del cuerpo del Señor era un fuego que abrasaba todo su ser, sumergiéndose en sumo estupor al contemplar tal condescendencia amorosa y un amor tan condescendiente. Comulgaba frecuentemente y con tal devoción, que contagiaba su fervor a los demás, y al degustar la suavidad del Cordero inmaculado, era muchas veces, como ebrio de espíritu, arrebatado en éxtasis”. (LM 9,2)

Fr. Benjamín Echeverría

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