Juan Carlos Andueza, misionero capuchino en Ecuador

Juan Carlos Andueza, misionero capuchino en Ecuador

Juan Carlos Andueza tiene dos tíos capuchinos.
Recuerda que en su infancia, en el pueblo navarro de Ollo, había tres familias y cada una de ellas tenía a tres capuchinos.
Ingresó en el Seminario de Alsasua a los 11 años. De su etapa de formación guarda gratos recuerdos de maestros y compañeros. Dice que desde esos días, allí donde ha ido se ha sentido en familia. Hoy nos habla de su trabajo, recuerdos y experiencias en su actual misión de Ecuador.
 
¿En qué consiste su misión en Ecuador?

Llegue a Ecuador hace 28 años. Los primeros años trabajé en la zona de Sachas y Shushufindi con campesinos.  Después con las minorías étnicas Sionas, Secoyas y Waorani y estos últimos 4 años en el río Napo con indígenas Naporunas.
Después de la experiencia de todos estos años puedo decir que para mí la Evangelización es cuestión de “Relación”. En los primeros años esta relación tenía también una dimensión religiosa pues los campesinos eran católicos. Cuando estuve con las minorías, ninguno de ellos era católico, por lo tanto la Evangelización era sobre todo relación, visitar las casas, darles una mano o apoyo en los campos de la salud, formación de los profesores, becas para los jóvenes que cursaban estudios secundarios, ayuda en la titulación de sus territorios, ayudarles en la cedulación (documento que los acreditaba como ciudadanos ecuatorianos), iniciar y animar los encuentros binacionales del Pueblo Siona por años sin contactos, acogerles en nuestra casa cuando salían de sus poblados por alguna necesidad y acompañarlos… Todo esto hizo que siempre tuviera un plato de comida un tazón de chicha o de chucula y un rincón para descasar en cualquiera de sus casas. Me sentí siempre acogido y querido por ellos. ¡Tengo tantos detalles de ellos!

Sus palabras suenan con fuerza, convicción y pasión como si alguien hubiera marcado su vida especialmente.

No sé cómo explicar, pero siento que mis raíces me sostienen: mi tierra - pueblo y mi gente - familia, a pesar de vivir muy lejos y mi referencia a ellos lo llevo en el fondo de la mochila de atrás. No se cómo, pero lo percibo.
Hay personas, entre ellas capuchinos, ligeras de equipaje, abiertas, buscadoras, generosas, con la mirada puesta en los otros que me han marcado.
Finalmente la Misión en Aguarico – Ecuador es la que más siento me ha marcado. Una Misión como tantas otras, pero forjada de misioneros entregados hasta el alma como Alejandro e Inés y Otros. Una Iglesia que tiene un ambiente de familia, que intenta hacer una pastoral de conjunto, participativa, que se planificaba a partir de las necesidades de la gente, que promueve la colaboración y el trabajo con otras Iglesias vecinas, hecha entre todos y  todavía tenemos mucho que aprender y mejorar.

¿Qué tareas se han realizado en su misión para lograr la organización comunitaria?

La organización, tanto eclesial como social, ha estado en el corazón de nuestra Misión, unos tiempos con más fuerza que otros. Me voy a referir acá sólo a la organización pastoral con rostro más social, que creo es, donde apunta la pregunta. En los primeros años fue la organización social de las comunas indígenas, junto a la posesión comunitaria de sus territorios, la organización de la educación Bilingüe; Después fueron las organizaciones campesinas, las tiendas comunitarias, las asociaciones de promotores de salud y de Botiquines comunitarios; la organización para los derechos humanos, los promotores culturales, etc. En la provincia de Orellana, la misión ha sido hasta los tiempos actuales, la mayor promotora de las organizaciones, si bien es verdad, en la actualidad las asociaciones civiles tienen más presencia.

Y, en concreto... ¿Cómo se ha trabajado para fortalecer a las familias?

Hasta hace muy pocos años todo nuestro empeño era trabajar en las organizaciones comunitarias, pues la organización social estaba toda ella por hacer. Aunque no se descuidaron las visitas a las familias y la atención a sus necesidades. Desde hace unos años, se incluyó en nuestra programación la atención más explícita a las familias creándose  dentro de la organización de nuestra Iglesia el área de la Familia. Se intensificó ese cuidado especial hacia ella, debido a los nuevos retos que iban apareciendo. En las poblaciones mayores, en la actualidad hay toda una programación de asesoría y talleres dedicada especialmente a las familias.

¿Cuál ha sido el aporte del Vicariato a la educación, salud y promoción humana en el Ecuador?

En todas estas áreas, el Vicariato de Aguarico ha sido el principal promotor y hacedor. Por años la mayor parte de la actividad de Educación, Salud, Promoción Humana, Minorías y Cultura, han estado en manos del Vicariato. Conforme el Estado ha ido haciendo presencia, hemos ido desprendiéndonos, sobre todo en las áreas de Educación y Salud. Quedándonos con una Unidad Educativa en Coca que servirá de referencia para toda la Provincia. En cuanto a la salud, de todos los dispensarios y botiquines comunitarios, nos hemos quedado con el Hospital de Nuevo Rocafuerte, en la frontera con el Perú, donde el Ministerio de Salud todavía no puede hacerse cargo.

La promoción Humana, los Derechos Humanos, no sólo el Vicariato ha sido el promotor, sino que hasta hace unos pocos años era la única institución que trabajaba en estas áreas. En cuanto a las Minorías Étnicas (Waorani, Pueblos Ocultos, Sionas, Secoyas), podemos decir que desde los inicios, la misión tuvo una especial predilección  por ellos. Ha sido y sigue siendo, el principal actor que por años ha estado cerca de ellos, cuidando y promoviendo sus culturas, territorios etc.  Miguel Ángel describe en la historia de Aguarico: “esta ha sido una de “las apuestas más escandalosas de la misión”, más tarde rubricada con las vidas de Alejandro e Inés.

Precisamente Alejandro Labaka deseaba "construir" una misión desde un profundo conocimiento de las minorías étnicas. Háblenos en este sentido sobre el legado cultural, trabajo realizado, publicaciones, etc...

Una de las herencias más ricas que se nos puede pasar por alto, a los que estamos en el trajinar diario, pero que es fundamental, si vemos el conjunto nuestro trabajo con un poco de perspectiva, es el legado cultural plasmado en más de sesenta publicaciones y una colección arqueológica única que hoy es la mayor atracción del centro cultural de la ciudad del Coca recogidas en CICAME  (Centro de Investigaciones Culturales de la Amazonia Ecuatoriana). En este momento no puedo extenderme, pero creo que CICAME merece un apartado especial. Es el legado histórico y cultural que la misión de Aguarico ha dejado a este rincón de la Amazonia Ecuatoriana.  Seguro que todo no está escrito, pero en las más de sesenta publicaciones nos podemos dar cuenta del trabajo realizado, de sus apuestas, sus logros, sus limitaciones, pero sobre todo su testimonio, convirtiéndose en uno de los pequeños tesoros y legado que podemos dejar tanto para la Iglesia, como para la sociedad civil.

Hay una frase que solíamos decir: “CICAME somos todos”, pero como siempre, unos, un poco más que otros. Por ello, y aun riesgo de olvidarme de algún nombre, me nace escribirlos como mi personal reconocimiento y agradecimiento por el trabajo realizado a: Camilo, Alejandro, Manuel, Juan Santos, Angelito, Enrique, José Miguel, José Luis, Miguel Ángel, Santos, Celestino, Elvira, Milagros, Miguel. En sus escritos han dejado el testimonio de su trabajo y el de todos los misioneros. En ellos nos reconocemos todos.

Es el atractivo de la misión del Siglo XXI... ¿Cómo es la misión para Juan Carlos?

Para mí la misión (la relación con estos pueblos) lo ha sido todo, me ha ayudado a madurar y a crecer en todos los sentidos, humano, religioso, teológico, espiritual… Cuando estos pueblos y los misioneros; los misioneros y estos pueblos nos hemos acogido, nos hemos dado la mano en cualquier necesidad, hemos compartido nuestras casas, hemos disfrutado de sus fiestas, hemos peleado para conseguir algo, hemos respetado y valorado sus culturas… A partir de esta relación por años, casi todo es posible. Que me inviten a su culto evangélico solicitando que les digamos una palabra o les cantemos uno de nuestros cantos; que me pidan un bautizo (el único que hice entre ellos a las 11 de la noche) que me insistan para que les acompañe en un rito tan particular  suyo como la toma del “Yagé”; que me despierten a las tres de la madrugada para comer el pescado fresco que pescaron durante la noche etc. Después de todo esto, podemos compartir, ofrecernos y aceptarnos con toda la naturalidad los pequeños tesoros  que unos y otros tenemos.

Yo digo que una de las características del misionero de hoy debe ser -El Ecumenismo en el sentido más amplio de la palabra- Podemos aprender, compartir, traspasar, conversar, respetar, acoger,  comprender, confiar… los unos con los otros, para construir entre todos, con nuestras propias particularidades.

Y por último Juan Carlos, ¿Qué mensaje daría usted a los jóvenes de hoy para animarles a la misión?

La misión tiene algunos elementos que pueden fascinar a más de un joven. Creo que es una suerte desde temprana edad, tener algunas experiencias que te pueden marcar y ayudar en la vida. Considero una suerte y un enriquecimiento personal la oportunidad de conocer personas, costumbres, culturas y hasta paisajes diferentes a los que a uno siempre lo rodearon. Por todo ello, en la misión se puede encontrar muchas cosas nuevas, te da la oportunidad de crear, imaginar y hacer; si a todo este aprendizaje le añades la posibilidad de dar una mano con sencillez, generosidad y entrega, conseguiste el “masterado” más útil para tu vida, en un tiempo récor.

La Misión mejora y pone a prueba, todo lo que uno tiene y ES.

  • Compártelo!